Es habitual en esta era posmodernista y nihilista que nos preguntemos cómo hemos llegado a esto. “Esto” es la decadencia absoluta del humanismo occidental, en definitiva del humanismo cristiano, que todavía sigue siendo el retén de lo absurdo, de la reingeniería social de la nueva y dañina antropología que pretende ser inculcada a martillazos desde el globalismo, con apoyo legislativo y de la propaganda mediática.
Aristóteles, en una de sus sentencias más clarividentes, dejó dicho que quién no tenga un amigo que le avise de sus defectos que pague a un enemigo para que lo haga. La Iglesia ha tenido sus más y sus menos a lo largo de toda su historia pero si algo la ha caracterizado es que de todas sale fortalecida, porque la Iglesia, queridos míos, no es invento de los hombres, sino que fue creada por Dios para los hombres. Y la Iglesia ha contado con muchos amigos que han denunciado sus defectos humanos y marcado el camino a seguir en su andadura eclesial.
Tontos, y muy soberbios, deberíamos ser para no reconocer que vivimos tiempos malos dentro y fuera de la Iglesia. Pero, como ya he dicho en otras ocasiones, la eternidad de la Iglesia guarda un tesoro de experiencias humanas y de Gracia que no dejará de orientarnos a cómo reconducir nuestros pasos. Y como digo, no estamos ante la primera crisis, y no me refiero al cisma luterano, que eso más que una crisis fue una escisión de un miembro del cuerpo místico de Cristo que estaba más podrido que sano.
En esta ocasión me refiero más a los tumores enfermizos que hacen que todos nos sintamos confundidos. Esos tumores, las organizaciones que conforman la estructura evangélica que se encarga de difundir la Palabra de Dios. Instituciones, algunas más o menos contemporáneas y otras acrisoladas por los siglos, que han perdido el norte en su misión apostólica. No olvidemos que la Iglesia se constituye como una jerarquía organizada en una estructura de múltiples caminos -vocaciones- que no pueden convertirse en un laberinto para la salvación humana. Y algunas de estas fundaciones, que fueron la puerta de tantas vocaciones, están perdidas en su propio caminar, despistando a muchos creyentes que quizá, durante siglos, confiaban en la luz que acompañó a tantas almas hasta el encuentro con su Creador.
Sí, nos encontramos ante una nueva evangelización donde las tecnologías son las aliadas de muchas instituciones y católicos que asumen su papel de la Buena Nueva a través de las redes sociales o el campo de nuevos afanes de este mundo...
No se engañe nadie, porque no hay otra receta que la de volver a los principios fundacionales. Retornar al inicio del camino donde encontrarán la luz de Cristo y los desvelos de sus fundadores para volver a la fidelidad de su vocación. Congregaciones a las que los miedos, los complejos o la influencia modernista les ha llevado equivocadamente a ponerse al día, a ser modernos. ¡Pobres, no saben que la modernidad es lo más caduco que hay! Les aprisiona el temor a que les tachen de ultra católicos o demasiado católicos… Pero, ¿qué es ser ultra católico o demasiado católico? ¿Se puede ser católico poco, mucho o regular? Ser católico es asumir el evangelio, los mandamientos de la Ley de Dios y los de la Santa Madre Iglesia, punto. Ni ser más católico -porque serías un fundamentalista religioso-, ni menos -porque estarías en la línea de pecado, es decir, faltar a los cánones de rigor-. Sí, nos encontramos ante una nueva evangelización donde las tecnologías son las aliadas de muchas instituciones y católicos que asumen su papel de la Buena Nueva a través de las redes sociales o el campo de nuevos afanes de este mundo...
Sin embargo, la esencia es la misma, dar a conocer al mismo Cristo, la salvación de Cristo, no los ideales, por hermosos que estos sean, propuestos por el ser humano. Tengo la sensación de que a algunas instituciones se les va de las manos esto de la nueva evangelización. La actualidad de las redes sociales como Tik Tok, donde los más y menos jóvenes satisfacen su ego, se ha llenado de todo, incluidos algunos frailes bailando para mostrar su alegría vocacional o rapeando, hablando de Dios supuestamente. Pero ocurre que si los frailes solo aportan esa visión de su llamada a vivir el cristianismo pero obvian su real estilo de vida que es la oración, su amor práctico a los hombres y la adoración al Dios de todos, lo que terminan convirtiéndose es en un grupo de tíos solteros que bailan y cantan disfrazados… Y eso no es precisamente evangelizar. Lógicamente es sólo un ejemplo que muestra con claridad lo que también sucede en algunas parroquias, donde consideran que cantar guitarreando en misa es ya una verdadera comunión en Dios.
Los cambios humanos atienden a las necesidades temporales de la humanidad. Los avances científicos o tecnológicos cubren todo esto y también la cultura, las artes o ciertas tendencias lícitas. Pero la docencia espiritual, que es a lo que se debe la Iglesia, es decir los católicos, nos proyectamos a la eternidad por lo que debemos servirnos de este mundo como un medio, no como un fin. Ser del mundo, no mundanos, resume bien dónde debemos posicionarnos para ejercer la nueva evangelización.
El rapto de Europa (Encuentro) Luis Diez del Corral. un lúcido diagnóstico profético de la incertidumbre que se ha ido apoderando en las últimas décadas de este singular continente. Cuál es la esencia de esta Europa que, por una parte «raptó» al mundo, a través de la extensión «universal» de sus valores y su cultura, pero que, a su vez «fue raptada», en la medida en que su propia esencia es fruto de un proceso de aprendizaje, integración y desarrollo de diversas tradiciones y culturas.
La vida de Santa Teresa de Jesús (Palabra) Marcelle Auclair. Sí, esta biografía sirve con claridad lo que quiero decir sobre los amigos de la Iglesia que denuncia cuando la Iglesia se equivoca, Teresa de Ávila, que refundó la orden a la que entró casi por descuido y reorientó a las carmelitas, entonces tan perdidas como lo están hoy otras instituciones de las que no daré nombres para que todos se examinen libremente de cierta dejadez.
La crisis de Occidente (Sekotia) Santiago Cantera. Magnífico ensayo del prior del Valle de los Caídos, donde con una metáfora magistral muestra cómo Europa hunde sus raíces en el viejo continente cuando todavía sólo era un montón de terreno que gracias a la labor de san Benito se fue tejiendo una red de monasterios, desde donde se comenzó a crear una cultura cristiana y que terminó llamándose Europa… Europa se ha olvidado lo mucho que debemos a estos orígenes.