La incoherencia de The Walt Disney Company ha quedado más que patente. Así se puede ver en el debut de su primer actor con Síndrome de Down, que es digno de aplaudir y de que ya era de que llegara (recuerden que este año celebra su centenario),... pero lo que hace que la alabanza sea corta es que lo hace al mismo tiempo que sigue financiando abortos.
Esto podría sorprender si no se tuviera en cuenta la evolución de Disney en los últimos tiempos, donde los contenidos han dejado de ser tan inocentes como deberían y se han convertido en un medio de adoctrinamiento de los niños. Así, la perversión de la infancia (o “corrupción de menores”, como la denomina Santiago Abascal, líder de Vox) se ha sumado a una fuerte apuesta por el progresismo, pues la factoría de Mickey sigue los postulados del Nuevo Orden Mundial (NOM), que se resumen en ideología de género (feminismo y homosexualismo) y ateísmo (mucho panteísmo, nada de Dios e incluso se da protagonismo al demonio). Además, ahora también impulsa el último meneo ideológico del NOM, el denominado movimiento woke. Y ojo, porque en números no anda bien y anunció 7.000 despidos que va acometiendo de forma progresiva.
El gigante de ocio y entretenimiento apuesta, por una vez, por la inclusión de verdad con su primer actor con Síndrome de Down. Se trata de Noah Matthews Matofksy, un británico de 15 años que interpreta a uno de los personajes principales de la nueva versión de carne y hueso de Peter Pan (Peter Pan y Wendy): en concreto a Slightly, el líder de los Niños Perdidos. Hace un mes, el propio actor se sorprendió al verse en uno de los carteles promocionales y en una entrevista para The Sun señaló: “Fue una experiencia increíble, tenía mi propia caravana e hice muchos amigos fantásticos. [...] Tuve que aprenderme muchas líneas muy rápido, pero fue emocionante”.
Disney está entre las empresas que paga los gastos de viaje de empleadas que quieran abortar, también apostó por reducir los beneficios por paternidad de sus empleados y es socio, junto a NBCUniversal y Google, de la Universidad del Sur de California en un programa de subvenciones para financiar proyectos cinematográficos proabortistas. ¡Olé, olé y olé!
Todo esto está muy bien y merece aplausos, pero cortos, porque hay que poner los puntos sobre las íes, y vayamos por orden de importancia. El primero es que la película Peter Pan y Wendy, dirigida por David Lowery, supone una nueva muestra de la falta de ideas de Disney, porque es otra versión de la novela clásica de James Matthew Barrie. El segundo es que, tristemente, en dicha película también se apuesta por la necesidad inclusiva al mostrar a Campanilla afrodescendiente, incluir a niñas entre los Niños Perdidos y también que estos últimos sean de varias razas (afrodescendientes, asiáticos...). En esto queda muy claro que el NOM manda. Tercero: la película no se ha estrenado en los cines, sino en la plataforma de ‘streaming’ Disney+.
Y el cuarto punto merece un capítulo aparte porque es el más grave de todos y el que saca a relucir la incoherencia de la factoría de Mickey Mouse. Muestra el debut de su primer actor de Síndrome de Down interpretando a un personaje principal, al mismo tiempo que sigue financiando abortos, y dentro de estos, son relevantes las cifras de abortos eugenésicos -los que se realizan porque el niño tenga algún ‘defecto’, incluido el Síndrome de Down para algunos-. El pasado junio, cuando el Tribunal Supremo de EEUU proclamó el derecho de la vida al pronunciarse sobre el caso Dobbs contra la Jackson Women’s Health Organization, anulando el fallo de Roe vs. Wade (el cual legalizó el aborto en dicho país 1973), se puso fin a la protección legal del aborto y dio inicio a la batalla por la vida. Ante este escenario, los millonarios y empresas -sobre todo progres, y entre ellas, por supuesto, estaba Disney- se movieron para anunciar que continuarían financiando asesinatos de bebés en el vientre materno: pagando los gastos de viaje de empleadas que quieran abortar. Por si esto no fuera bastante, la factoría de Mickey Mouse también decidió reducir los beneficios por paternidad de sus empleados y es socio, junto a NBCUniversal y Google, de la Universidad del Sur de California en un programa de subvenciones para financiar proyectos cinematográficos proabortistas.
Por todo ello, la apuesta por una inclusión refleja la incoherencia del gigante de ocio y entretenimiento que ahora vuelve a estar dirigido por Bob Iger de forma interina (dos años). Y no es de extrañar que con tanto progresismo, perversión de la infancia y necedad que se pueden ver en sus contenidos y con su falta de ideas que da lugar a múltiples versiones de sus clásicos (muchos de ellos basados en obras de escritores), el ingenio haya empezado a correr por Internet promocionando un nuevo Bambi. ¿A qué no se parece en nada al tierno cervatillo que se quedaba huérfano? ¿El nuevo les recuerda a algo?