Lo primero que hay que dejar claro es que el acuerdo entre el Sindicato Unificado de Policía (SUP) y Desokupa se limita a defensa personal, es decir, no es formación para desalojar a okupas, algo que vendría muy bien pero que chocaría frontalmente con la política del Gobierno Sánchez, que protege a los delincuentes, todos vulnerables, naturalmente, en detrimento de los malvados propietarios.
La formación oficial de los últimos 40 años sólo servía para cubrirle el expediente y la espalda al político de turno. Cientos de policías se han tenido que gastar miles de euros en formación privada para enfrentarse a la nueva realidad criminal.
— Samuel (@guidoprincesa) August 4, 2024
Esto es un gran paso. https://t.co/N3FG7Zfpbb
Da lo mismo, porque sólo la palabra Desokupa provoca movimientos sísmicos en la izquierda. Por ejemplo, Sumar habla de “infiltración ultraderechista en el Estado” y califica a Desokupa de “grupo violento”. Podemos, por su parte, ha vuelto a solicitar la ilegalización de esta “organización paramilitar”, mientras justifica la okupación ilegal de viviendas, como hace toda la izquierda española.
El Ministerio del Interior, que dirige Fernando Grande-Maslaska, uno de nuestros peores ciudadanos, ha salido al paso anunciando la posible impugnación del acuerdo. “Interior garantizará (…) que cualquier formación externa, aún cuando no esté reglada y carezca de valor académico, respete plenamente los valores democráticos y los principios constitucionales, como única forma de realizar la acción policial garantizando los derencos y libertades de los ciudadanos”, afirma.
Esos mismos valores que llevaron a los antidisturbios a cargar contra los ancianos concentrados pacíficamente en Ferraz o los valores de Bildu, socio del Gobierno, que mantiene en sus filas a terroristas condenados por delitos de sangre.
La Dirección General de la Policía se ha desmarcado del acuerdo e insiste en que “no es homologable ni baremable”.