Nos lo cuenta, intuyo que muy orgulloso, el susceptible ministro de Seguridad Social e Inclusión, don José Luis Escrivá, ese gestor dinámico que se empeña en no reconocer la evidencia de que el sistema público de pensiones está quebrado: el Ingreso Mínimo Vital (IMV) ya llega a 700.000 hogares, es decir, a más de 2 millones de personas, la mayoría de ellos niños.

No sólo eso, el complemento de ayuda para la infancia (CAPI) ya alcanza a 428.000.

Y todo esto resulta bello e instructivo, Ahora bien, si quieres regalar el dinero de los demás, porque es de los demás ciudadanos, no tuyo, Escrivá, lo debes plantear como excepción. La regla es que quien no trabaje que no coma, porque otra cosa resulta injusta para quien sí aporta algo a la sociedad.

El complemento de ayuda para la infancia me parece mejor, pero Escrivá es un rata: lo que se precisa es un salario maternal digno

Si quiere usted pagar IMV, adelante, pero a cambio de algo, no a cambio de nada, que en el mundo hay muchas cosa por hacer: acompañar ancianos, limpiar pintadas, enseñar un oficio al adolescente, enseñar el idioma español al inmigrante o jamás se integrará… lo que sea, pero corresponder con un servicio a la sociedad por el dinero que esa sociedad te otorga.

Lo del CAPI me parece algo mejor porque el niño sí necesita ayuda y sí que tiene derecho a ella. Ahora bien, Escrivá, pedazo de rata, ¿crees acaso que unos padres puedan sacar a su hijo con 115 euros al mes hasta los tres años, con 80,5 hasta los seis  años y con 57,5 hasta los 18 años de edad? Con razón le llamas complemento y con razón ocultas el suplemento bajo el acrónimo ‘capi’.

Pobre de ti como acostumbres a una sociedad a la subvención pública y a la vagancia

No, lo serio es un salario maternal en condiciones, que no puede ser inferior a la mitad del salario mínimo profesional por hijo y hasta que se independice. Porque la madre sí que aporta algo a la sociedad, lo más valioso para el futuro: hijos. En cuanto al ingreso mínimo, sólo como medida excepcionalísima y a cambio de algo. Insisto: el que no trabaja que no coma… y, por cierto, ¡pobre de ti como acostumbres a una sociedad a la subvención pública y a la vagancia!