Crear es traer algo de la nada a la existencia. No sólo es algo muy pequeño que se hace grande sino pasar de no existir a existir.
Sólo Dios crea, el hombre sólo transforma lo ya creado por Dios. Ahora bien, la alabada, y temida, inteligencia artificial es mucho menos que eso... porque la máquina es mucho menos que el hombre.
La máquina no posee originalidad de pensamiento, simplemente repite las instrucciones que el hombre le ha introducido, incluso cuando esas instrucciones consisten en una ecuación -ahora llamada algoritmo- capaz de convertir lo simple en complejo. Pero eso no es pensar, es simplemente obedecer instrucciones y ejecutarlas mucho más deprisa y con más rigor, sin cometer errores, que el hombre.
En resumen, si es inteligencia es natural, no artificial, y si es artificial no puede ser inteligente: sólo actuar más rápido y sin cometer errores. Algo impresionante pero tremendamente pobre.
La leyenda de la máquina rebelde es eso, una leyenda urbana, una fake News. La máquina no se rebela contra el hombre, es el hombre quien puede convertirla en máquina asesina.
Pero eso ha ocurrido a lo largo de toda la historia: el problema no está ni en la espada, ni en el arco, ni en la pistola, ni en el misil: el problema está en quien lo maneja, el hombre. Y eso que es incapaz de crear nada, sólo en transformar, lo ya creado, sea la piedra, el metal o la dinamita.
¿Que han inventado una máquina con sentimientos? No, han inventado una máquina a la que se le ha enseñado a reaccionar como una persona ante un estímulo. Eso es un sentimiento, pero no es original.
Menos miedos tontos. Lo de IA es una tontería... porque es una contradicción en origen. La IA no es más que una leyenda urbana. Impresionante pero inexistente.