Pablo Ferrer explicaba mejor que bien en Hispanidad el lío empresarial, no intelectual sino pecuniario, de Microsoft y OpenAI, alrededor de la figura de Sam Altman, presunto creador del ChatGPT. Es decir, del producto clave de la llamada inteligencia artificial.
Y hablando de crear... El concepto de creación no es otra cosa -nada más y nada menos- que el salto de la nada a la existencia, no de algo pequeño a algo grande: se trata de creación, no de desarrollo.
Como hemos repetido unas cuantas veces en Hispanidad, pero sospecho que va a haber que repetirlo muchas más, el hombre no crea nada, sólo transforma o produce utilizando los elementos ya creados por Dios. Ojo, tanto los elementos materiales como los espirituales. Ejemplo: un poema creado con su inteligencia y su corazón, ambas cosas creación divina que al ser humano le han venido dadas.
La única 'propiedad', que también le ha venido dada por el Creador, del hombre es la libertad, también don de Dios, con la que los hombres fabricamos lo miserable y lo excelso. Pero el único Creador que existe es Dios, que es, al mismo tiempo -por favor, no tropiecen en el odioso panteísmo-, la existencia misma.
La única alternativa al llamado creacionismo es el endiosamiento del hombre. Es decir, que el hombre es tan creador como Dios y que se ha creado a sí mismo. Ahora, pensar que el hombre se ha hecho a sí mismo resulta tan absurdo, tan increíble, tan inconcebible, que exige mucho orgullo y aun más fe de la que exige cualquier credo, incluidos los más irracionales.
La inteligencia artificial no crea nada porque el hombre no crea inteligencia: ejerce la inteligencia que le ha dado Dios... gratis total
Toda la historia del ateísmo y el llamado agnosticismo no es más que una búsqueda, generalmente infructuosa, de una alternativa viable a la existencia de Dios. Una búsqueda que si no fuera trágica resultaría cómica. Hace 150 años fue el evolucionismo de Darwin, hasta que la propia Iglesia se convenció de que Darwin no puso en solfa la creación divina sino la evolución de lo creado, que nada tiene que ver con la fe y que incluso la afianza.
Hace 100 años fue la física la que retó a Dios con el Big Bang (1929) que todos los ateíllos intentaron utilizar como alternativa científica a Dios... y enseguida cayeron en la cuenta de que la gran explosión suponía la mayor ratificación del Génesis que haya podido intentar hombre alguno a lo largo de la historia. El hecho de que fuera un sacerdote católico -el belga Georges Lamaître- se lo podía haber hecho sospechar.
Pero tanto el evolucionismo como el Big Bang tuvieron su momento de gloria ateazo. Pues bien, para todos los que se apuntan a la guerra contra el Creador, ahora ha surgido otro mito, dentro del proceloso cambio del trashumanismo, llamado inteligencia artificial (AI). La precitada odisea -trifulca financiera por la pasta, escasamente romántica- de uno de los creadores del ChatGPT, Sam Altman y el éxito de un programa que escribe él solito sesudos artículos de prensa, anuncios y otras tareas, ha entusiasmado a la nueva cohorte de agnósticos que buscan desesperados una alternativa a Cristo. ChatGPT habla y escribe estupendo a partir de las pocas herramientas que le otorga el hombre. Sí, hablar y escribir, las dos actividades propias de la inteligencia natural. En suma, ha emergido el tercer ateísmo del mundo moderno, quizás del modernismo, la culminación de todas las herejías: la inteligencia artificial (IA).
Tardaremos un lustro, no creo que mucho más, en desmontar el mito de la IA, porque ya saben: si es artificial no es inteligencia y si es inteligente no es artificial. Pero aquí vuelve a surgir la magia de la eficiencia, uno de los peores lastres de la modernidad, que podríamos formular de la siguiente guisa: sí, la máquina no crea nada, de acuerdo, pero la máquina (IA) ha hecho en cinco minutos lo que a usted la costaría cinco horas. Y además de la celeridad, lo ha hecho con más rigor que usted y su inteligencia natural.
Y es muy cierto: el pensamiento del hombre es lento y el resultado final de sus realizaciones resulta menos riguroso que el de la máquina, que nunca se equivoca. Menos riguroso pero menos cierto, porque la inteligencia artificial no es libre: ni puede elegir entre el bien y el mal, ergo no puede hacer otros juicios de valor que aquello que le ha introducido el hombre. Dicho de otra forma, la IA es tan lerda como el mecanismo de un chupete, porque pensar es, antes que nada, hacer juicios de valor, sí eso que llamamos opinar, y que implica elegir entre lo bueno y lo malo.
Ya se habla de inteligencia artificial 'generativa' o 'independiente', nuevos eufemismos del endiosamiento. Créanme: el ChatGPT no es Dios
Se podrá oponer que el hombre a veces, mucha veces, se decide por el mal, e incluso que acaba por llamar bueno a lo malo y malo a lo bueno, pero lo que le diferencia de la máquina es que la máquina no pude elegir entre el bien y el mal... ni para bien ni para mal.
Pero la magia de la eficacia persiste: sí, lo que usted diga pero la máquina lo hace mejor que usted y más deprisa. Cierto, ¿y qué? La máquina sólo hace lo que una inteligencia natural le ha dicho que haga. Y si no se lo hubiera programado un hombre no podría hacer maldita la cosa. Y ese hombre no ha creado la máquina: es Dios quien le ha creado a él, inteligente y libre, capaz de ser autoconsciente y de ejercer el pensamiento simbólico y la ironía ilógica,... y de hacer el ChatGPT.
Incluso cabe la posibilidad, todo es copiable, de que le enseñes todas esas cosas a la máquina, pero ni tú has creado la máquina ni la máquina crea nada, Tan solo transformáis: tú y el ChatGPT.
Hay más: si le das las piezas de un rompecabezas a una máquina siempre lo construirá más rápido que tú pero eso no significa que piense, de la misma forma que el hombre que vive deprisa es aquel que se preocupa por ganar cada minuto y no se da cuenta de que actuando así se pierde toda una vida.
Entendámonos: la inteligencia artificial es un instrumento empresarial impresionante producto de la inteligencia natural y, por tanto, cosa buena, creación del hombre que es creación de Dios. Ahora bien, lo que me preocupa son dos cosas:
1.Que la pereza -pecado capital- del hombre convierta la máquina es su guía vital, cuando lo natural es que sea al revés. Un niño que ofrece sus redacciones escolares al ChatGPT acabará por no saber redactar... y recuerden que el hombre sólo piensa cuando habla o cuando escribe.
2.Mucho más grave: que elevemos al ChatGPT a la categoría de dios. Porque recuerden: la única alternativa a la creencia en Dios es el endiosamiento del hombre, el único pensante. Credo, sí, pero pensante.