Irak fue invadida en el año 2003 por EEUU con la excusa de derrocar al dictador Saddam Hussein. El sátrapa era un sanguinario dictador. Pero, al menos, los cristianos vivían en paz en el país.
Sin embargo, tras la caída de Hussein llegó el caos a esa nación, con suníes y chiíes enfrentados entre sí. Además, parte del territorio fue ocupado por los yihadistas del Estado Islámico en 2014.
Todo ello desembocó en una etapa de inseguridad para los cristianos, muchos de los cuales se vieron obligado a huir del país, refugiarse en el Kurdistán iraquí o en países occidentales.
Tras la derrota de la organización islamista-yihadista, algunos cristianos pudieron regresar a casa pero muchos más no volvieron, por lo que la comunidad cristiana es ahora una fracción de lo que era a principios de siglo.
Lo que pedimos es una Constitución basada en la humanidad, no en la religión ni en ninguna otra cosa, sino en la humanidad
En ese contexto, el arzobispo Nathanael Nizar, de la Iglesia siro-católica del Kurdistán iraquí, ha realizado unas declaraciones a la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN).
Nathanael Nizar señala: «Queremos buenas relaciones con el Gobierno iraquí y las autoridades del Kurdistán iraquí, basadas en el respeto a los seres humanos. No pedimos nada especial para los cristianos, sólo queremos ser tratados como ciudadanos iraquíes, recibir el mismo trato que los demás, ni más ni menos. Queremos que se respete nuestra dignidad humana como se respeta la de todos los demás iraquíes».
«Lo que pedimos es una Constitución basada en la humanidad, no en la religión ni en ninguna otra cosa, sino en la humanidad. Cuando tienes una Constitución basada en la religión, puede que te traten en función de tu religión. Sin embargo, nosotros no queremos eso. Queremos ser tratados con dignidad como ciudadanos iraquíes, porque somos originarios de este país».
Tras reconocer la ayuda de ACN, el prelado, que ha manifestado su gratitud a todos los benefactores que han hecho posible lo anterior, también pide a los cristianos de todo el mundo que sigan acordándose de sus hermanos iraquíes: «Queremos que ACN continúe su labor en Iraq porque todavía necesitamos ayuda. Ni Iraq se ha recuperado del todo ni las comunidades cristianas se han recuperado del todo. Por favor, independientemente de cuántos de nosotros sigamos aquí, no olvidéis que hay cristianos en Iraq y que os necesitan: con vuestra ayuda pueden establecerse aquí y vivir seguros en esta región».
Un hito importante en este esfuerzo continuado por mantener la presencia cristiana en Iraq fue la visita del papa Francisco al país en marzo de 2021. El arzobispo Nizar, natural de Qaraqosh, afirma que los efectos del viaje pontificio son perceptibles hasta hoy: «Nos dejó, pero sembró esperanza en nuestros corazones. La visita de nuestro santo padre nos hizo sentir que la Iglesia católica y, en particular, el papa Francisco no se habían olvidado de nosotros, en segundo lugar nos infundió esperanza. Fue un signo de alegría y esperanza para toda la comunidad de creyentes, y con esa esperanza, que sigue presente en nuestros corazones, vivimos de cara al futuro».
Durante años, los cristianos de Mosul (y de la llanura de Nínive) no pudieron rezar en iglesias y monasterios debido a la violencia y al clima de inseguridad
Uno de estos destellos de esperanza ha sido la primera misa desde que estallara la guerra celebrada en el monasterio de San Miguel (Mosul). Fue celebrada por el arzobispo caldeo de Mosul, monseñor Najib Mikhael Moussa, acompañado por el obispo de Alqosh, monseñor Paolo Thabit Mekko.
"Esta liturgia representa el comienzo de la reconstrucción del monasterio, que tendrá lugar en un futuro próximo y con ella el retorno de la oración a un lugar querido", comentó el obispo a Asianews. "El Isis saqueó todos los bienes del monasterio, vandalizándolos deliberadamente y pintarrajeándolos", añadió.
El lugar de culto también sufrió bombardeos aéreos, porque los milicianos yihadistas lo utilizaban como refugio y almacén para guardar armas y fabricar explosivos. Durante años, los cristianos de Mosul (y de la llanura de Nínive) no pudieron rezar en iglesias y monasterios debido a la violencia y al clima de inseguridad.
Tanto la reconstrucción parcial de algunos edificios, como la celebración de la liturgia en el monasterio, por primera vez en dos décadas, son un nuevo paso hacia la estabilidad, aunque aún queda mucho camino por recorrer. "Esperamos poder seguir rezando en todas las iglesias y monasterios que quedaron destruidos en su momento", subrayó el obispo.
En la comunidad sigue vivo el recuerdo del obispo, Paul Faraj Rahho, y de los siete sacerdotes -entre ellos el padre Ragheed Ganni- asesinados por los fundamentalistas. Entre los que emigraron está Ezzat Sami, de 69 años, que ahora vive en Dohuk, en el Kurdistán iraquí, pero visita a menudo la que fue la metrópoli económica y comercial del norte.
"Nos alegra volver a celebrar misa, porque es una forma de recordar a nuestros seres queridos fallecidos, a mi difunto padre. Los musulmanes compartían alegrías y penas, éramos hermanos y lo seguimos siendo. El guardia del monasterio es musulmán. Cuando celebramos la misa, los residentes nos acogieron con gran alegría", expresó Ezzat.