En 2010, el muy progresista presidente norteamericano Barack Obama, con Joe Biden como vicepresidente, lanza -y financia- la Primavera Árabe: estos progres sólo creen en la democracia, es decir, creen en un sistema político elevado a la categoría de Dios.
Lo más estúpido es que el matrimonio Obama, ateo o cuasi ateo, desprecia tanto la religión que sólo piensa en la conversión a la democracia -Dios no importa- de los musulmanes. Y claro: eso es imposible
Empezando por el final, la Primavera Árabe fue un desastre. Provocó la guerra siria, un país árabe que respetaba a los cristianos y consolidó el Irak invadido por su antecesor, otro desastre llamado George Bush, como sede del califato islámico, la barbarie del siglo XXI que exportó el terrorismo por todo el mundo.
Una dictadura blanda como Túnez terminó en estado fallido, al igual que Libia, que aún hoy sigue siendo el único país parcialmente controlado por el salvaje ISIS.
Hubo revueltas en Argelia, Kuwait, Emiratos, Marruecos, Sudán, Etiopía, Yemen, Jordania... los países que eran dictablandas se convirtieron en caos y las que ya eran dictaduras acentuaron su crueldad y su fanatismo. Obama no democratizó a nadie pero consiguió disparar la violencia en todo el mundo árabe y el terrorismo en todo Occidente: ¡Grande sos, Barack!
Tan sólo Arabia Saudí, un régimen siniestro, el suministrador de petróleo de Estados Unidos y activista del mercado del crudo en todo el mundo, permaneció al margen de una ola de locura que se pretendía primavera y acabó en invierno gélido.
Todo porque el presumido, e ignorante, Obama, no cayó en la cuenta de que el islam no puede ser democrático, porque su genética no lo admite. ¿Te enteras Barack, te enteras Michelle? Un cristiano, cuya fe se basa en la redención y en la filiación divina, sí puede concebir que el hombre es un ser libre y que todos los hombres son iguales, pero el musulmán considera que sentirse hijo de Dios es una blasfemia. Por lo tanto, islam y democracia son incompatibles.
Un cristiano cuya fe se basa en la redención y en la filiación divina, sí puede concebir que el hombre es un ser libre y que todos los hombres son iguales, pero el musulmán considera que sentirse hijo de Dios es una blasfemia. Por lo tanto, islam y democracia son incompatibles
Obama inventó la Primavera Árabe que acabó en invierno yihadista... y fanático. La desastrosa tarea del dúo Obama-Biden ha resucitado el fanatismo musulmán... sofisticado en armas. El islam casi nunca gana las batallas en abierto pero sí es un experto en la infiltración social, en la invasión civil. Y aquí sí puede decirse que estamos en una guerra entre Oriente y Occidente que sufre una verdadera invasión civil musulmana.
Lo más estúpido de todo esto es que el matrimonio Obama, ateo o cuasi ateo, desprecia tanto la religión que sólo piensa en la conversión a la democracia -Dios poco importa- de los musulmanes, en lugar de la conversión al verdadero Dios. Eso sí que traería democracia y paz. Y claro: eso es imposible.