Jornada de Paz, le dicen al primer día del año aunque, como asegura el Papa Francisco, vivimos en la III Guerra Mundial sólo que por trozos, por etapas. El fin de año ha sido duro en Ucrania y ahora quien pide paz es Moscú y quien no se fía -la verdad es que no me extraña- es Zelenski. Ahora bien, con ser repugnante la crueldad rusa, no lo es menos la actitud de Joe Biden, quien ha inventado el nuevo tipo de guerra sin muertos. Sin muertos propios, se entiende. Los muertos los ponen los ayudados ucranianos.

El mundo suspira por la paz pero, habrá que insistir: no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón. Por cierto, la idea no es mía, la expresó y desarrolló San Juan Pablo II el Grande un 1 de enero de 2002.

En efecto, de nada vale un armisticio sin bases justas. La violencia volverá a estallar y nadie podrá ponderar hasta qué punto, en todo o en parte, es violencia legítima. Pero es que el tercer escalón no es menos necesario: perdonar es más difícil que jugarse la vida y arrepentirse del mal ocasionado puede serlo aún más si lo que impera es la soberbia.

Además, el hombre no conseguirá ser justo si no sabe pedir perdón, Y para pedir perdón primero hay que arrepentirse, porque el ofendido ya puede perdonar que si el fautor del mal no se arrepiente, el perdón no le alcanza. Perdonar es valioso pero el perdón sin arrepentimiento sólo sirve al perdonador, no cierra la etapa ni cierra la guerra.

Perdonar es más difícil que jugarse la vida. Y arrepentirse del mal ocasionado puede serlo aún más si lo que reina es la soberbia

Recuerden la frase que se lleva la medalla de oro de la estupidez individual y de la esterilidad social: yo no me arrepiento de nada, explicación última, y me temo que sin solución a la vista de por qué las cosas van siempre mal

En resumen: el perdón es para quien lo pide. Y sin perdón no hay justicia y sin justicia no hay paz, sólo rencor. 

Ahora den un repaso mental a la clase dirigente española y concluirán por qué hay "crispación" (que vocablo más cursi) en España.