Jueves Santo, día de la Eucaristía o día del amor fraterno. Eucaristía es amor de Dios y amor fraterno, amor entre los seres humanos.
El amor es entrega. Cuando un hombre se entrega a una mujer o una mujer a un hombre, está claro que queda en sus manos, queda débil ante él o ante ella. Y, sin embargo, la donación hace fuerte al donante. No pierde, gana.
La penúltima estupidez feminista consistió en condenar la tonada de una conocida intérprete, Amaral, titulada “sin ti no soy nada”. Se trataba de un formidable reconocimiento de amor que a las feministas les pareció machista por lo que, según costumbre, debía ser prohibido.
Una estupidez de lo más lógica. Porque si el amor es entrega, y eso es lo que es, se convierte en la antítesis del feminismo, que consiste en el empoderamiento de la mujer. Lo malo es que el amor es creativo, otorga valor añadido, mientras que el poder es un juego de suma cero: lo que alguien gana es porque alguien lo ha perdido.
Pero ahora mismo, en Jueves Santo, lo que me interesa remarcar es que la buena de Amaral no había errado, había acertado de pleno.
Ahora bien, la buena de Amaral no había inventado nada. Por el contrario, había plagiado las palabras evangélicas de Juan 15, 5: "Sin Mí no podéis hacer nada", pronunciadas durante la Última Cena, cuando Cristo instituyó la Eucaristía: Dios se anonada y se entrega a los hombres. Locura de amor, otra proposición musical, mediante la cual, para asombro del mundo, el Creador se entrega a la creatura.
La otra frase evangélica y artística del este día sería esta: "Cuanto a nosotros, amemos a Dios, por que Él nos amó primero" (1 Jn, 4, 19).
Es lo que celebramos en Jueves Santo, aunque la Bolsa funcione, no más que por fastidiar: celebramos que sin Cristo no somos nada y debemos amarle porque Él nos amó primero, eso que el Papa Francisco tradujo por “Jesús nos primerea”.