Los judíos llevan la kipá sobre sus cabezas para que les sirva de recuerdo de que algo hay entre ellos y el cielo y, ante todo, de que hay algo que está por encima del ser humano, aunque se trate de un sombrero.

Vladimir Putin puede ser un poco bestia. Lo es, pero también tiene sentido común y todavía pertenece al cada día más minoritario, aunque selecto club, de los que consideran que una mesa es una mesa y no es una silla y, otro hallazgo, no menos espectacular: que una silla es una silla y no es una mesa. Los filósofos somos así de profundos.

Hablo de que Vladimir Putin ya ha promulgado la norma, según la cual, en Rusia, estará prohibida, tanto la barbaridad de la mutilación y ulterior restauración, como la estafa de modificar el sexo en el Registro Civil, sea para burlar a la justicia o para obtener una subvención, que de todo hay.

En plata, que Putin considera lo que han considerado todas las culturas y civilizaciones desde que el mundo es mundo: que nadie nos ha pedido permiso para nacer, ni para nacer varón o mujer, ni para nacer rico o pobre, alto o bajo, guapo o feo, español o francés. Sencillamente, nos han nacido -y deberíamos estar agradecidos de continuo- y no podemos dar razón de nuestra existencia: somos seres creados.

Nadie nos ha pedido permiso para nacer, ni para nacer varón o mujer, ni para nacer rico o pobre, alto o bajo, guapo o feo, español o francés

Por tanto, Moscú hace muy requetebien en prohibir la mutilación genital, los cambios de sexo, tanto física como registral.

El primero para no hacer salvajadas, el segundo para detener a todos los estafadores y timadores que pretenden jugar con la burocracia en beneficio propio: conozco a un madrileño que al montar una empresa se ha cambiado en el nombre en el registro. Ya no es Pepe, ahora es María, y con el cambio tendrá acceso a subvenciones como emprendedora, mejores que las de emprendedor.

Y si no, recuerden el caso, repetido una y otra vez, del sinvergüenza condenado por violar a una mujer. Aseguró sentirse hembra y no macho, para que le ingresaran en una cárcel de mujeres y siguió violando en prisión. Quizás había que haber encarcelado a todo el tribunal.

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Cuando condenemos a Putin y tenemos razones para hacerlo, recordemos que es de los que creen en algo mientras los líderes occidentales sólo creen en sí mismos.

Todos deberíamos llevar kipá.