No falta literatura, ni santones oscuros que nos muestran el fin de los tiempos como algo apocalíptico de dolor y destrucción. También tenemos los propios Evangelios y el Apocalipsis de san Juan, que nos da pistas que más bien nos despistan porque el mensaje es tan ancho que es interpretado y reinterpretado de forma continua... y algunos astutos lo usan para su buena fortuna, en forma de dinero y/o de poder.
Soy más bien de los que no creen que estamos en la venida del Señor, es decir el apoteósico colofón del Apocalipsis que nos fue y sigue siendo anunciado en los Evangelios, y esta vez por el mismo Cristo. Yo, como otros muchos no tan negativos, consideramos que estamos ante un cambio de ciclo o de era, como quiera usted decirlo. Se cae una profunda crisis existencial de la humanidad, con un cruce de ideas y filosofías que enloquece al sentido común, y terminamos con los paradigmas que no daban cierta orientación en el titubeo de la vida por los aires. Es cierto que el mal moral en la sociedad se ceba de manera salvaje con las almas, muchas de ellas ya olvidadas de Dios. Que lo malo de eso no es olvidarse de Él, porque por suerte para nosotros Él no se olvida de nosotros; lo malo de verdad es olvidarse de la capacidad que nos otorga de Salvación.
Pero bueno, volviendo a lo nuestro, que son los libros, la cultura y las aportaciones positivas, hay y hubo muchos autores que se vieron tan forzados por la situación que quizá esa misma tensión les llevó a escribir un mundo imaginario donde los malos vencían y dejaban a los buenos en una situación, cuando no desesperada, muy difícil. Pero luego, según el espíritu de cada uno, daban una salida más o menos airosa a los que llamamos buenos. Es la literatura con un género muy definido: la distopía. La distopía es lo contrario a la utopía, es decir, si la utopía es la recreación de un mundo ideal, la distopía pretende presentar al lector un mundo en ciernes del apocalipsis donde el Diablo se reviste de un ser humano malvado, astuto y henchido de poder terreno y el ser humano está sometido a todo un sistema que les asfixia de manera cauta y silenciosa.
No falta literatura, ni santones oscuros que nos muestran el fin de los tiempos como algo apocalíptico de dolor y destrucción
Es curioso que las mejores y más llamativas obras literarias nunca se han mostrado como un ataque furibundo de demonios contra hombres, sino hombres poderosos contra hombres en general, y que, si te quieres salvar de la quema, tienes que doblegar tu conciencia y dejarte llevar por el sistema impuesto desde la ley o la presión social. Sí, se parece bastante a lo que hoy estamos viviendo, pero con una salvedad: que los malos son malos rodeados de mediocres que se dejan llevar y los buenos son buenos rodeados de mediocres que callan por miedo.
Pongamos algunos ejemplos de distopías laicas y religiosas. El gran gurú George Orwell con su 1984 ha dejado epatada a una generación tras otra. Escrita en plena entreguerras e inspirada por lo que él vivía y bajo presión, hoy es un referente de lo que está sucediendo en nuestra sociedad acomodada. De cómo nos atemorizamos ante el espionaje de las redes sociales o el control que tienen sobre nosotros desde Hacienda, Tráfico y los bancos... O aquello que podemos decir según sea políticamente correcto o no. 1984 es una de esas delicias terroríficas que te ponen ante un escaparate que cuanto más te niegas a creer, más te reafirmas en ello. En esta misma línea, pero con una visión cristiana de la vida y la sociedad, el bueno de Robert Hugh Benson y su Señor del mundo muestra una distopía donde el mal y el bien desde el punto de vista mundial, se enfrentan en el campo de batalla de la tierra y cuyos soldados son hombres de carne y hueso que son seducidos por el miedo al sufrimiento o por el contrario a la salvación eterna. Una posición donde la Iglesia se encuentra sometida por el poder terreno y una sociedad que está convencida de que la tiranía de la religión les hace sufrir más que el supuesto infierno en el que han dejado de creer... ¿No se parece también todo demasiado a hoy?
¡Pobre gente bondadosa que pelea el mal desde la teoría, no desde el frente de batalla!
A mí lo que me da en la nariz, en ese olfato del mundo que uno termina por desarrollar, es que la mayoría de lo que ocurre no es porque sea un poder demoníaco aplastante, sino por la dejadez de los que podríamos hacer más y nos quedamos cómodamente en casa porque solo sufrimos el mal en diferido. ¡Qué pena! Cuánta gente que no se da de bruces con el mal pensando que ellos no se lo merecen y, cuando les sucede, terminan claudicando con él para sentirse mejor. Esas buenas gentes de "yo no abortaría, pero..." o "si yo tuviera un hijo homosexual lo que haría..." ¡Pobre gente bondadosa que pelea el mal desde la teoría, no desde el frente de batalla!
Cyclus Apocalipticus (Sekotia) José Antonio Fortea. Una novela cuyo personaje es la entera civilización de finales del siglo XXI y principios del XXII. La visión de la destrucción del mundo desde el lado de los no creyentes. La crónica de la deconstrucción de una sociedad planetaria.
Fahrenheit 451 (Debolsillo) Ray Bradbury. La historia de un sombrío y horroroso futuro. Montag, el protagonista, pertenece a una extraña brigada de bomberos cuya misión, paradójicamente, no es la de sofocar incendios, sino la de provocarlos para quemar libros. Porque en el país de Montag está terminantemente prohibido leer. Porque leer obliga a pensar.
El final de los tiempos (Sekotia) José Javier Esparza. La vieja civilización ha muerto, asesinada con saña. El nuevo orden del mundo ha proclamado la muerte del espíritu y la condena de la Historia. En un paisaje sin Dios ni identidad, el dinero y la técnica imponen su dominio. La religión es un sucedáneo y la democracia una pantomima.
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