La aparición en los medios de comunicación de la filtración de un documento del Tribunal Supremo Estados Unidos, de la más que posible derogación de la sentencia con la que el juez Roe vs Wade consagró el aborto en ese país, ha generado tanta controversia entre los partidarios de abortar –es decir, de asesinar niños en el vientre de sus madres-, como euforia entre los que defiende la vida no nacida.
Aquella sentencia, según los expertos, supuso un abuso legal que usurpó el derecho al debate de la práctica del aborto en todo el país desde 1973 y que posteriormente fue confirmada, azuzado por Planned Parenthood de Pennsylvania, y finalmente reformada por la sentencia Casey en 1992. Ahora, el juez Samuel Alito, encargado de redactar el dictamen del Tribunal, viene a decir que tal derecho –el de abortar- no existe ni ha existido en la constitución de los Estados Unidos –y que yo sepa, en la de ningún otro país-, y que por lo tanto queda en manos de los estados y los ciudadanos la manera de procurar el aborto a las mujeres. Esta decisión, sin duda revitalizará el debate que hasta ahora estaba encerrado en un armario con siete candados.
Otra de las consecuencias que ha provocado la filtración, han sido las revueltas proabortistas. Como sus objetivos son salvajes y destructivos, hacen uso de medios de igual talante. Entre algunas otras acciones, por ejemplo, han tenido que proteger a los jueces Alito y Clarence Thomas; también han pintado e incendiado con bombas molotov algunas sedes próvida de EEUU e, incluso, como pude verse en este vídeo tuvieron que expulsar de una iglesia católica, donde se celebraba pacíficamente el culto de la misa, a unas feministas disfrazadas de “El cuento de la criada” (serie convertida en el baluarte cultural feminista, como ya expliqué hace tiempo). Ataques a iglesias que el propio Biden ha advertido que ni condena ni hará nada por ellas.
Para bien o para mal, el poder de un imperio se expande con él y Estados Unidos, con sus luces y sus sombras lo es –aunque en sus últimas décadas no haya brillado mucho el sol-. Por lo que seguramente todo esto terminará siendo un detonante mundial. Las reformas que se esperan serán dispares, porque los estados americanos son tremendamente discrepantes y la legalización del aborto se materializará a través de desde leyes light, muy protectoras de la vida porque se considera persona al no nacido, hasta leyes salvajes donde la vida en gestación no cuenta para nada y solo sirve la decisión de la madre hasta justo después de nacer el niño, al que no se le considera ciudadano hasta 24 horas después del nacimiento. Este abanico de posibilidades es también el que nos encontramos en Europa, donde España destaca con una de las leyes más permisivas, es decir más salvajes, y que como he dicho condena al que disiente de la práctica legal de abortar.
Quizá el sueño de la Organización de las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud, de consagrar el aborto como un derecho, no humano, sino de la mujer, puede que de momento se retrase sine die a no ser que desde la administración Biden, es decir, los demócratas americanos, presionen a estas instituciones con otro tipo de prebendas –casi todas ellas de tipo económico y financieras-. Seguramente, pondrán en marcha a las jaurías feministas en todo el globo a la par que los medios de comunicación globales y progres descarguen sus baterías de titulares, eslóganes y contertulios a sueldo para propagar el fuego en las calles y que con toda esta presión obliguen a los jueces a dar marcha atrás. Y todo esto porque desgraciadamente hay más dinero que vidas en juego, aunque una sola vida no tenga precio.
¿Y qué dicen los políticos demócratas estadounidenses de lo que está sucediendo…? Pues en vez de mostrar respeto a su Tribunal Supremo y trasladar serenidad a la calle, especialmente después de la amenaza de los grupos abortistas que han convertido las calles en su campo de batalla, que prometen más violencia en todo el país: «Es nuestra última advertencia», han dicho. Sin emabrgo, el mismo presidente Joe Biden declara que «El “derecho” a matar bebés en abortos proviene de ser un “hijo de Dios”», en fin si alguien entiende la frase, que me lo explique. O Nancy Pelosi, que tacha a los republicanos pro-vida de ser una “secta” porque no apoyan el aborto. También la gobernadora Kathy Hochul aportará de las arcas del Estado de New York 35 millones de dólares más, destinado a los abortorios «para asegurar que la posibilidad de que las mujeres puedan abortar». Y por poner un ejemplo más, la senadora demócrata Tina Smith, aseguró en una entrevista para la CNN –ya saben ustedes…–, que tumbar la sentencia a Roe tendría, «un efecto 'muy dañino' en la economía».
Y en España, ¿qué creen que pasaría si nuestro Tribunal Constitucional por fin desempolvara la demanda contra la ley del aborto que tienen sobre la mesa desde hace años, si se decantaran por hacer algo similar…? Lo mismo, que los medios de comunicación y los partidos políticos, empezando por la ultra izquierda podemita, pasando por el PSOE y terminando por el Partido Popular, harían lo mismo porque todos –incluidos los partidos nacionalistas y regionalistas- están en la misma batalla de desconstrucción cultural que les lleva a decir lo que hay que decir y no desmarcarse de nada de lo que el guión hegemónico.
El imperio de la muerte (Sekotia) de David del Fresno. No puedo evitar hablar de este libro cuando se habla del aborto, porque hasta la fecha nadie ha sacado un libro tan puntilloso ni con tanta información y datos a nivel internacional como nacional de lo que realmente sucede con el aborto. Es el libro que te cuenta por qué hay tantos intereses creados alrededor de él. El aborto es el negocio más injusto y más lucrativo a todos los niveles que se ha logrado desde la factoría del crimen.
La ley de hierro de la oligarquía (Encuentro) de Dalmacio Negro. El presente ensayo, en el que se combina un interesante recorrido de la historia de la política occidental con una aguda interpretación de la realidad actual, nos ayuda a recuperar un modo realista de ver el fenómeno político, muy pegado a los hechos concretos, pero sin caer en el casi inevitable hoy en día pesimismo político.
Manual de marketing político (Almuzara) de Julio César Herrero. El autor, profesor y periodista, especializado en comunicación y marketing político, cuenta las claves desde el punto de vista del marketing, la fuerza de la palabra y la imagen, en definitiva el mensaje que ha de captar votantes. En los entresijos del ensayo descubrimos aspectos que incluso en debates o circunstancias tan delicadas como el tema que hoy nos ocupa, la manera de redirigir ideas viejas como si fueran nuevas empachando al oyente de elocuencias que nada tiene que ver con el debate o el problema real.