Recientemente, tuve la oportunidad de escuchar una anécdota que para mí se convirtió en un cuento corto. Contaba el narrador que en la falda de un valle se encontraban una hermosa yeguada. Unos caballos, preciosos y brillantes, pastaban en la falda de la montaña, que en realidad era una pradera inmensa que se perdía en el horizonte, en la curvatura del monte. Arriba, unos riscos enormes, los neveros del invierno, competían con el cielo azul y el sol radiante. Por el camino que bordeaba la montaña, bajaban unos hombres corriendo, solo por hacer deporte. Los caballos, al verlos, se dijeron entre sí: "qué manera de desperdiciar este día tan bonito y esta hierba tan jugosa". Uno de los corredores oyó el comentario, se paró, se dirigió al percherón que hizo el comentario y le respondió: "Vengo desde arriba del todo, yo te vi a ti y a todos vosotros comer, también la pradera que no ves desde aquí y el camino que lleva al pueblo, y al pueblo también. Por encima de mí, solo estaba el sol".
Una breve fábula con la que quiero explicar, que en la medida que estamos más cerca del sol, tenemos más visión de lo que sucede en nuestro entorno, incluido nosotros mismos. Esto es lo que sucede cuando disfrutamos de los Sacramentos y ahora, especialmente, me refiero al sacramento del matrimonio. Estamos pasando tiempos en los que se dan menos bodas y más separaciones. Me refiero a bodas en el sentido amplio de la palabra, desde la sacramental hasta la civil. También las separaciones sacramentales que, según los expertos en derecho canónico, más del 70% de las bodas son nulas por las propias disposiciones de los novios, ya sea por ignorancia o no.
La unión de hombre y mujer es natural y necesaria porque existe reciprocidad, es decir, perfecciona a cada uno con los dones del contrario
Por supuesto, hablo solo, y solo lo haré, de matrimonios naturales religiosos, porque lo otro que quieren pretender que sea lo mismo, no lo es por mucho que la ley lo escriba y muchos lo aplaudan. Políticos o lobbies que lo defienden como un derecho del ser humano, saben que es mentira, pero eso a ellos no les importa, les interesa porque es una herramienta ideológica con mucha palanca en lo social. Por lo tanto, la artificialidad de la unión de dos personas del mismo sexo, pueden ser lo que quieran menos un matrimonio. ¿Por qué no es lo mismo...? Se lo explico, pero en positivo, es decir, por qué la unión de hombre y mujer es natural y necesaria: porque existe reciprocidad, es decir, perfecciona a cada uno con los dones del contrario; la sexualidad entre hombre y mujer es complementaria, lo que permite la procreación; la sexualidad no hace referencia en exclusiva al hecho del acto ni tan siquiera del placer, tiene más que ver con la forma de pensar, de sentir y amar; es precisamente la complementariedad sexual, los dones propios del hombre o la mujer y las diferentes capacidades psicológicas lo que dan con la perfección de la persona, cuya consecuencia son los hijos, y no al revés como se pretende con los vientres de alquiler, la fecundación in vitro de parejas de lesbianas y mujeres monoparentales o las adopciones por parte de uniones de homosexuales.
Precisamente, por todo lo anterior, el matrimonio es un lazo tan fuerte como frágil, la metáfora sería como el cristal. Un vidrio que al estrenarse está tan limpio que no se es consciente de que existe hasta que llegan los primeros roces que dejan huellas, polvo, salpicaduras... Y ambos contrayentes deben estar empeñados en mantenerlo limpio. Un cristal con dos caras, y que ambas pertenecen a los dos. No existe la cara de él y la cara de ella. Las manchas son de ambos y ambos deben limpiarlas. Y ahora, recién salidos del veraneo, normalmente se generan roces que alteran la armonía del matrimonio y la familiar, porque una cosa lleva a la otra. Según el Gabinete de Orientación Sophia, "El verano pinta líneas rojas a la comunicación en pareja" y debemos estar atentos a no superarlas si queremos salir con fuerzas renovadas de las vacaciones, en lo referente a la vida matrimonial.
Otro debate muy habitual que se da, donde los sentimientos dirigen el timón de la sociedad, es justificar la falta de amor en el transcurso de los años. Posiblemente, se olvidan con cierta facilidad cuáles fueron las palabras previas al Sí, quiero con las que los novios comprometen sus vidas... Decía así: Yo, ……, te quiero a ti, ……, como (esposa o esposo) y me entrego a ti, y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida. Las palabras clave son "quiero" y "amarte" que parece que son lo mismo, pero no, pues se definen la una en la otra, de forma que la fórmula se explica por sí misma.
Amar en el tiempo es querer querer -querer amar- a la persona con la que nos comprometimos de por vida
Cuando dice "quiero" no se refiere al querer de amar si no al querer de decidir sobre algo que considera que es lo que necesita para que su vida sea completa. Luego se añaden las circunstancias que pueden llegar en un futuro, y lo pone para que no se olvide ese acto de libertad en la elección de la persona amada. Después se pronuncia la palabra "amarte" y "respetarte", es decir, no dice que gracias a eso sentiré amor. En ningún caso habla de sentimientos, sino de actos de voluntad, porque amar en el tiempo es querer querer -querer amar- a la persona con la que nos comprometimos de por vida. Nadie ha dicho que el matrimonio sea fácil, de hecho, el matrimonio es parte de la vida y la vida es difícil, y a veces complicada.
Varon y mujer: la complementariedad (Sekotia) de Jorge Scala. El ser humano es un triple misterio: el misterio de la mujer, el misterio del varón y el misterio de la unidad de ambos en su diversidad. En este libro, el autor pretende volcar la experiencia y el pensamiento de algunos autores, que han tenido la audacia de intentar desvelar el misterio del hombre. La selección y crítica de las fuentes son del autor.
Una decisión original (Palabra) de Nicolás Álvarez de las Asturias, Lucas Buch y María Álvarez de las Asturias. Libro guía para casarse por la Iglesia, con un montón de pequeños "trucos" para que el amor no termine, la fuerza de voluntad siempre sirva para elevarnos del plano terrenal y para que nunca se pierda el punto más importante del horizonte... ¿por qué te has casado?
La profundidad de los sexos (Nuevo Inicio) de Fabrice Hadjadj. Contra todo dualismo (también contra todo proyecto técnico que reduzca el hombre a un material), este libro quisiera reconocer el espíritu que se da en la carne misma. Contra todo moralismo (también contra todo ese inmoralismo que no deja de aleccionarnos), se esfuerza en descubrir una moral que se ríe de la moral, reservando un lugar para la dramaturgia del deseo.