Lo contaba un viejo catedrático, ya jubilado. Un día le vino a ver una alumna y le contó su historia, ocurrida en una universidad del País Vasco, durante los años ochenta del pasado siglo. En síntesis: trabó amistad con dos compañeros, él y ella, que en un momento dado le preguntaron:
-¿Y tú qué haces con tu vida? ¿Qué haces por los demás?
La pregunta le llegó hondo... sobre todo cuando finalmente descubrió que lo que realmente le estaban ofreciendo aquellos dos voluntarios de la fraternidad era colaborar con ETA.
Hablamos mucho de valores pero creo que hay que empezar a hablar de principios, porque según la enloquecida mentalidad modernista, resulta que militar en un grupo terrorista es una forma de dar la vida por una causa, por los demás, esto es, lo que muchos entienden por valores. Por ejemplo, el tiro en la nuca por la independencia de Euskadi.
Y claro, representa un problema cuando el 'valor' consiste en el asesinato... justificado, encima, de manera ligeramente hipócrita, por una noble causa. Sin ir más lejos, la independencia de Euskadi.
Todo esto forma parte del lamentable espíritu onegero que nos asola y que, a la postre, suele consistir en dos cosas: fraternidad sin padre y solidaridad... siempre con el dinero de los demás. Ya saben, como la Conferencia Episcopal Española, que ha decidido felicitar a los musulmanes en nombre de la "fraternidad", precisamente el concepto masónico que nos separa a los cristianos del islam: los cristianos no solo reparamos en la fraternidad entre los hombres en cuanto que somos hijos de un mismo padre: Dios. Es decir, lo cristiano es la paternidad y la infancia espiritual ante nuestro Padre Dios, no la tontuna de la fraternidad.
Confusión ésta que se extiende en la propia Iglesia católica, a la que tantas veces se contempla como una ONG. No voy a insistir en ello porque ya resulta reiterativo y aburrido. Pero oiga, la radiografía que el presidente de la Conferencia Episcopal Española, monseñor Juan José Omella, ha realizado de la España de hoy, ante los prelados reunidos en Asamblea Plenaria días atrás, podría haberla hecho Pedro Sánchez. Han hablado de los problemas de la sociedad española, la mayoría de los cuales eran económicos. Y lo malo es eso: cuando la Iglesia abandona su verdadero papel, centrado en administrar sacramentos e impartir catequesis, cuando se mete a ONG, lo hace peor que cualquier ONG o que el Gobierno... que viene a ser lo mismo porque ya se sabe que a las ONG lo único que les sobra es la 'N'.
En cualquier caso, el Gobierno, con nuestro dinero, siempre poseerá mucha más potencia de fuego para la solidaridad económica que la Iglesia, cuyo presupuesto, comparado con el del Estado, es ridículo. Además, la Iglesia propone, el Gobierno ordena.
Conclusiones: los problemas de España no son sólo económicos sino morales. Dos: la Iglesia no es una ONG, ni un obispo debe hacer crítica política o centrar los problema del país en la penuria económica.