En El libro de la semana anterior hablamos sobre los Diarios de vida y descubrimos que un diario que en principio es algo escrito para sí mismo, puede convertirse en algo universal, quizá no tanto por la cantidad de las personas que puedan llegar a leerlo, si no en el sentido más amplio de la utilidad o valioso de lo escrito. En esta ocasión quisiera trabajar con esas otras biografías de personajes o hechos históricos que se narran de forma amable y más literaria que científica. El río que nos trajo, escrito por Sergio Gómez-Alba, lo acaba de sacar la editorial Sekotia para la campaña de Navidad. Se trata de la biografía familiar de sus ancestros de al menos desde los últimos quinientos años, aunque el grueso de la narración se centra en los últimos cien. La narración recoge los momentos desde finales del siglo XV hasta nuestra Transición. Lógicamente no pretende hacer un estudio histórico de cada momento si no de la historia desde el punto de vista de cómo y de qué manera la vivió el autor. Es bueno dar este aviso porque en ningún caso pretende ser una visión objetiva desde el estricto sentido histórico de los hechos, ya que al final la historia es ciertamente particular desde lo que cada uno hemos sido en la historia viviendo la historia, y perdón por la redundancia, pero las cosas son así -a mi juicio-. Cuenta cómo se mercadeaba la lana extremeña con los industriales catalanes, la vidas más o menos sencillas del mundo rural o cómo la Guerra Civil hizo sufrir a un Madrid teñido de sangre mientras que la vida ordinaria seguía adelante y las clases sociales se ajustaban a sus posibles dentro de la proporción que permitían las circunstancias del momento. Pero sin duda lo mejor de la obra de Gómez-Alba son los diálogos que aparecen casualmente a lo largo de la narración. Diálogos que aparecen como si se tratara de una novela. Son locuaces, divertidos, genuinos y llenos de nostalgia de unos tiempos relativamente lejanos pero que nos llevan a ellos. Realmente una obra recomendada al cien por cien en la que se divertirá y disfrutará de lo que posiblemente haya vivido en primera persona o que le contaron sus abuelos. Cartas a Stalin (ed. Veintisieteletras) es una de esas obras literarias que sin haber pretendido hacer historia ha dejado una huella profunda en casi todos los ámbitos: literario, biográfico (de autor y Stalin) y escénico, pues Cartas a Stalin se ha convertido en una obra de teatro representada miles de veces. Mijail Bulgákov (1891-1940) era un dramaturgo ruso que por lo visto no gustaba mucho a su Jefe de Estado Stalin y al que decidió retirarle de la carrera literaria prohibiéndole escribir, nadie podía publicarle, no podía ser representado en teatros y tampoco salir de la Unión Soviética. Lógicamente, con su vida truncada y sin saber hacer nada más que escribir, Mijail se moría de hambre por no comer y de pena por no escribir. Cartas desesperadas desde la cárcel de su existencia en un vacío absoluto de no hacer nada. Considerado un escritor de derechas en su país y de izquierdas en el resto de Europa, Mijail Bulgákov vivió desesperado y arruinado. Destruyó una cantidad importante de su obra que no se llegó a conocer, pero el resto ha sido tremendamente valorada y convertida en lectura clásica y obligada como El maestro o Margarita, por ejemplo. Sin embargo Cartas a Stalin se ha convertido en su obra viral, que sin el pretenderlo ha definido bien qué -más que quién- era realmente el todopoderoso Stalin, sus métodos de extorsión y las maneras de llevar a un país hasta convertir en prisioneros del Estado a todos sus habitantes y a la Unión Soviética en un enorme campo de trabajos forzados con pequeños campos de exterminio. Una lectura recomendadísima que no debieran dejar pasar de leer. Humberto Pérez-Tomé Román @hptr2013
Sociedad
Las biografías narradas. Diarios de vida (y II)
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