Seguramente usted también ha oído comentarios, o incluso usted es de los que habla, sobre los trapicheos que hacen los políticos y los partidos, doblegando la voluntad del pueblo, eso que se llama democracia real, en la que cada vez más más ciudadanos nos sentimos burlados.

En mi opinión, y la de muchos, la raíz del mal se encuentra precisamente en la ley electoral que nos permite votar. Y es que esa ley trampea nuestros deseos políticos por diferentes mecanismos, como por ejemplo la aplicación de la Ley D’Hont, Comparto la idea de que para evitar la fragmentación del arco parlamentario exista un corte porcentual (3% para autonómicas y locales y 5% para las generales), pero lo que nadie entiende es que partidos nacionalistas, es decir, locales con intereses parciales referidos a la totalidad de España, dupliquen el valor de sus votos respecto de los demás españoles. Esto cada vez lo comprende menos gente, porque permite que lo de “una persona, un voto”, sea mentira.

La raíz del mal se encuentra precisamente en la ley electoral que nos permite votar. Y es que esa ley trampea nuestros deseos políticos por diferentes mecanismos, como por ejemplo la aplicación de la Ley D’Hont

Los primeros en denunciar esta aberración democrática como partido fue el Ciudadanos de Albert Rivera. Y también, en 2013, Mariano Rajoy declaró que «todos los sistemas electorales son opinables y discutibles, y por supuesto que se puede modificar la ley electoral española, pero lo más importante es que cualquier modificación se haga con un gran consenso». En los acuerdos de gobierno entre el Partido Popular y Ciudadanos, allá por 2017, los naranjas llevaban como medida estrella el cambio electoral que sin duda les convenía para poder batallar políticamente en España sin el lastre de los nacionalistas, debido precisamente al doblete que sus papeletas producen en las urnas. Entonces, un Albert Rivera altivo amenazó a sus socios del Partido Popular con una clara advertencia: "La ley electoral tiene que estar cambiada al final de la legislatura". Pero Rajoy sacó la mayoría suficiente para gobernar en solitario en su primera legislatura y, como ya sabemos todos, Rajoy no hizo nada como con todo lo que prometió en la oposición.

Cada vez es más evidente que el bipartidismo no modificará la ley electoral existente. Ni los populares ni los socialistas, porque no les conviene a ninguno de los dos. Están cómodos con los partidos nacionalistas y rupturistas, convertidos en comodines de la política española aunque suponga un gravísimo daño para España en su unidad y en sus resultados, provocando Españas pobres y ricas, con prebendas autonómicas que rompen la igualdad entre españoles. Esto nos lleva a concluir que los intereses partidistas no son por la mejora del bien común, sino por el poder político, cada vez más alejado de los ciudadanos.

Un Albert Rivera altivo amenazó a sus socios del Partido Popular con una clara advertencia: "La ley electoral tiene que estar cambiada al final de la legislatura". Pero Rajoy sacó la mayoría suficiente para gobernar en solitario en su primera legislatura y, como ya sabemos todos, Rajoy no hizo nada como con todo lo que prometió en la oposición

El Partido Popular lo hizo con José María Aznar y también lo hará Alberto Núñez Feijóo en cuanto pueda con tal de que le den los números para instalarse en La Moncloa. Pero sin duda, quien se lleva la palma en la utilización del comodín es el PSOE. Forma parte de su ADN, el todo vale para el poder. El PSOE, desde su fundación, se ha aliado con lo que le convenía para alcanzar el poder. Javier García Isac lo explica muy bien en su libro La II Républica sin complejos, donde hace un análisis muy pormenorizado de lo que supuso esta etapa histórica en la que los socialistas mataron, trampearon, mintieron, negociaron con los enemigos de España y dejaron un rastro indeleble de estrategia que siguen usando como manual de política en la actualidad.

Relacionado

Vayamos a los datos de hoy. Las negociaciones de Pedro Sánchez las tapan con el descaro más asombroso a base de forzar el amarillismo feminista, ahora por el beso de Luis Rubiales. Para empezar, negociar con un prófugo de la justicia como es Puigdemont, no se puede caer más bajo. ¿Es legal negociar con un condenado? ¿Es moral o, al menos, se falta a la ética más elemental? En cualquier caso, nadie pone pegas. También está en vías de estudio la amnistía política del 1-O que, según el periódico La Razón, el PSOE estudia tramitar la amnistía como proposición de ley y evitar así el filtro del Consejo de Estado y de los órganos constitucionales. Otro movimiento de alfiles ha sido el de colocar como presidente del Congreso a María Francina Armengol, una mujer de escandaloso paso como presidente de Baleares con las niñas abusadas, separatista e intolerante con lo español -la aprobación de la ultilización de lenguas cooficiales, que no oficiales, es su primer botón de  muestra-, pero que gracias su buen hacer convence a las exigencias de separatistas, catalanes en especial, como ERC. Y hablando de ERC, Yolanda Díaz desde Sumar, el cómplice necesario del PSOE, les ha cedido dos diputados a su formación, mientras que el PSOE por su parte hace lo propio con Junts para que puedan tener grupo propio en el Congreso y asegurarse los votos necesarios en sus proyectos políticos e ideológicos. Es cierto, este tipo de ilegalidades se vienen practicando desde hace años, tanto por el PP como por el PSOE, y que han convenido en llamar eufemísticamente cortesía parlamentaria. También, la condonación de la deuda del FLA -cerca de 80.000 millones- más un incremento en el reparto económico por autonomías es otra de las exigencias separatistas, haciendo un feo agravio comparativo con las demás autonomías que ya se han pronunciado diciendo aquello de “qué hay de lo mío”. Y por último, pero no por esto menos importante, están trabajando sobre la posibilidad de un referéndum legal de independencia; sí, Sánchez se ha desmarcado de esta propuesta, pero será hasta que cambien de opinión, ya se sabe.

El Partido Popular lo hizo con José María Aznar y también lo hará Alberto Núñez Feijóo en cuanto pueda con tal de que le den los números para instalarse en La Moncloa. Pero sin duda, quien se lleva la palma en la utilización del comodín es el PSOE. Forma parte de su ADN, el todo vale para el poder

Y con todo esto cerramos el círculo… ¿Por qué pueden hacer todas estas cosas a espaldas de los ciudadanos, cuando las urnas han hablado y dan unos resultados que dicen lo que España quiere? ¿Por qué para sus intereses partidistas pueden cederse diputados como los niños en patio del colegio cambian cromos? ¿Por qué se concede este poder a los grupos políticos minoritarios sin representación nacional, cuyos objetivos son contrarios a los intereses de España como nación? La democracia está en clara decadencia porque los políticos son decadentes, egoístas, interesados, trepas e intelectualmente zafios, moralmente desarmados, cuya ética personal se confunde con la estética… Porque confunden el servicio público con la carrera fácil y las gangas económicas y sociales que jamás tendremos ninguno de nosotros, pobres ciudadanos. Nos arrastran a todos al caos, al desgobierno y a la ley hecha a la medida de sus propios intereses.

Barretinas y estrellas (Península), de Albert Soler. Un paseo por el esperpéntico circo del independentismo. Este es un retrato del circo del esperpento que nos ha dejado una década de procés. Un retrato hilarante que disecciona uno a uno a los protagonistas políticos de la Cataluña post-procés.

Claves para comprender el independentismo (Sekotia), de César Alcalá. Para conocer la evolución del independentismo en Cataluña, el lector debe trasladarse a mediados del siglo XIX. En esa época una serie de intelectuales estructuraron un movimiento que conocemos como Renaixença. Desde aquella lejana fecha, hasta nuestros días, el independentismo ha tenido altos y bajos. Más bajos que altos.

Carta a mi padre independentista (Almuzara), de Anna Grau. La autora, catalana de pura cepa, escribe en estas páginas su personal carta a España. Un texto en el que pueden verse reflejados catalanes y españoles, españoles y catalanes, no exento de arrojo, que aspira a plasmar lo que tanto nos une, por encima de las barreras ideológicas, tantas veces alentadas por intereses puramente espurios.