Como el senil presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) insiste en insultar a la Iglesia y a España por la conquista y evangelización de las bestiales tiranías precolombinas, habrá que insistir en de qué estamos hablando realmente.
Y lo hice con el gran historiador actual de la Hispanidad, Marcelo Gullo, y de su obra principal sobre la materia, es decir, Madre Patria. El argentino Gullo ha puesto blanco sobre negro en la estafa de la leyenda negra anti-española.
Pues bien, ahora me referiré a otro libro de culto, el que acaba de publicar Antonio Yagüe y al que también nos hemos referido en Hispanidad: Guadalupe. milenario río de luz.
Y como el señor AMLO sigue insistiendo en sus chorradas indigenistas, y nos ponen a los españoles como esclavistas de los aztecas y demás tribus originarias de México, acudo a Yagüe que recuerda en su obra detalles más que ilustrativos sobre la religión azteca, basada en los sacrificios humanos, que llevara al cine Mel Gibson, en su Apocalypto.
En cualquier caso, volvamos a Yagüe, quien habla de que el principal problema de los españoles en México consistió en la supresión de los sacrificios humanos. Y cuenta por qué lo era tan importante como urgente. Ojo al dato: "La media de sacrificios humanos anuales era cercana a los 20.000 pero con ocasión de sus fiestas incrementaban el número de inmolaciones rituales, hasta el punto de que el ascenso de un nuevo monarca al trono, en 1486, supuso el ofrecimiento de 82.000 personas en tan solo cuatro días: un sacrificio cada 4,2 segundos.
Es decir, un número semejante a las muertes producidas por la primera o segunda bomba atómica, en Hiroshima y Nagasaki. La técnica que habían desarrollado los sacerdotes para extraer el corazón con un cuchillo de obsidiana era rápida. Cuatro sacerdotes sujetaban las extremidades de la víctima sobre la piedra del altar, mientras el quinto ejecutaba con celeridad la cruel operación".
Naturalmente, como en la España de hoy con el 'derecho al aborto', sin ir más lejos, el poder político y religioso no sólo justificaban aquella matanza vomitiva sino que la sacralizaban:
"Era frecuente que los españoles vomitaran al acercarse a los templos durante los periodos en que convivieron con los aztecas, al principio de la conquista. Los sacerdotes hacían pensar a los sacrificados que eran los afortunados y privilegiados pues el sacrificio los divinizaba y convertía en compañeros del sol".
¿Qué hizo entonces Hernán Cortés? Leamos: "Los españoles abolieron los ritos de la religión azteca y al poco comenzaron la tarea de evangelizar a los indígenas, apoyados por 12 frailes de la orden franciscana".
Ojo, y no fue fácil, porque las normas de la reina Isabel la Católica prohibían las conversiones forzosas de los indios. Conversión nominal forzosa, se entiende, porque la conversión del corazón, la verdadera, nunca puede ser forzada.
Pues eso: no es México, ni toda Hispanoamérica, quien debe pedir cuentas a España sino la revés, todo Hispanoamérica debe aplaudir que la conquista y evangelización de América llevada a cabo por España tuviera éxito. De otra forma, seguirán extrayendo el corazón a víctimas inmoladas.
Ahora, revisen las palabras del majadero de AMLO.