Desde la llegada de Pedro Sánchez al poder, España sufre una continuada sesión de ataques a la nación, a su identidad y a su historia. Socialistas y comunistas han tomado el poder con la ayuda de separatistas y terroristas. ¿Puede salir algo mal?

Mariano Rajoy dejó un legado pobre desde el punto de vista institucional porque para el melifluo presidente del Partido Popular solo la economía tenía relevancia para gobernar. El resto, como diría su antecesor, José Luis Rodríguez Zapatero, era negociable: la nación, la vida, la moral, los derechos sociales… Solo fue incapaz de aplicar el negacionismo a la crisis económica que asoló a España y a los españoles, mientras él tiene la dicha de disfrutar de una muy injusta paga vitalicia de 180.000 euros anuales.

Socialistas y comunistas han tomado el poder con la ayuda de separatistas y terroristas. ¿Puede salir algo mal?

La cobardía y el colaboracionismo de los partidos que deberían defender a España, o eso que algunos llaman derecha, niegan a una parte del pueblo español que se siente huérfano, indefenso, y traicionado… Muy traicionado. Los cristianos, en concreto, los católicos, son la paja respecto al grano, que lo mismo lo quemas que se lo das a las bestias para comer. Quizá, también de esto tenga la culpa parte de la jerarquía de la que, como le pasa a la clase política, cada vez está más lejos del pueblo, o del rebaño, que diría el Papa Francisco. En general, hablo de cuantos aman una España unida y en paz sea del signo que sea, la edad que tenga y las aspiraciones que anhelen.

Todas las fuerzas del arco parlamentario son parte de la corrupción de España. El dinero fácil y el poder del poder, valga la redundancia, es un fuerte incentivo para salirse del caminito recto de lo bien hecho, que bien parece. Así, se extrañan de los nuevos movimientos políticos que surgen con fuerza inusitada y que todos han corrido a dar la voz de alerta: ¡Que llegan los fascistas! ¡Que llega la ultraderecha! Pues no sé si lo son… Pero si esto les obliga a cambiar el paso y que recompongan lo roto, bendito sea.

Españoles honestos, trabajadores, amantes del orden, de la ley y de los valores (y añado cristianos porque son los únicos capaces de rearmar de moral a la sociedad). Nos vemos como hace 72 años, ante un nuevo enfrentamiento civil porque unos malos políticos solo interesados en lo suyo, que es el manduqueo sobre la masa social, que engaña a unos y aprisiona a otros. La formulación perfecta para repetir otro 1936.

Ley de Memoria Histórica: convertir en mártires de la libertad a quienes mataron sin más motivos que la afiliación política o el credo religioso del contrario

No es baladí la infiel Ley de Memoria Histórica, que pretende dar la vuelta a la historia para que solo diga lo que a ellos conviene, que no es otra cosa que convertir en mártires de la libertad a quienes mataron sin más motivos que la afiliación política o el credo del contrario. Una Ley, cuya modificación es inminente, que va a condenar a penas de cárcel y/o a grandes multas para quienes no piensen como ellos dicen qué hay que pensar. Una Ley de la que su Majestad, el rey Felipe VI, no dice nada. Una Ley, y esto es casi peor, de la que todavía no he leído ninguna nota aclaratoria de la Real Academia de la Historia.

Mitos de la rep​resión de la Guerra Civil (Sekotia) de Ángel David Martín Rubio. Estas páginas permiten comprobar lo necesario que resulta acudir a los objetivos y al método de la investigación histórica, sin necesidad de emplear conceptos equívocos como el de la recuperación de la memoria que encubren la voluntad de servirse del pasado como arma de combate en el empeño de degradar la convivencia entre los españoles

Los presos del Valle de los Caídos (San Román) de Alberto Bárcena. En el Valle de los Caídos no hubo trabajos forzados, ni Cuelgamuros fue un campo de concentración. Los presos del Valle solicitaron ir allí por las ventajas que representaba para ellos: la redención de penas por el trabajo; el salario igual al de los obreros libres que también trabajaron allí y con las mismas condiciones laborales presos y libres; y, sobre todo, la instalación de sus familias junto a ellos... Pero la Ley de memoria Histórica no quiere contarlo, por eso lo cuenta Bárcena.

Escondidos (Rialp) de José Luis González Gullón. Esta es la otra memoria histórica, la que niega la Ley que pretende hacer callar a la mitad de España. Escondidos es la historia de unos cuantos hombres en la ciudad de Madrid, que tuvieron que refugiarse en un consulado buscando asilo político, de cómo vivían escondidos, cómo se relacionan con las familias de fuera o con los amigos en otras ciudades diferentes. Cómo tuvieron que "inventar" unas claves o códigos para que el correo o sus conversaciones no fueran intervenidas por los republicanos. El autor se basa en diarios, testimonios y pruebas epistolares para ajustarse a la realidad vivida.