Observen el anuncio. Al parecer, los alemanes se han vuelto locos. De entrada, la mirada de la mamá no es muy alegre pero aquí tengo que rendirme, porque es la visión de la maternidad que tiene demasiada gente: una carga.
Pero ya empieza a ser un tanto irritante que la especie humana, que es la que hace campañas de publicidad, equipare al ser humano racional y sensible con el planeta insensible. Mala cosa cuando el medio se convierte en fin o el fin en medio. Mala cosa cuando el planeta empieza a resultar más importante que el hombre.
No digo que esté mal esta conclusión, lo que está mal es la existencia misma de ese planteamiento. La persona y el planeta no admiten comparación: un planteamiento que nunca se debió iniciar.
Hemos pasado de la excelsa, indiscutible, dignidad del recién nacido hijo de Dios, al bebé asesino del planeta. Y por supuesto, el bebé es sacrificable, el planeta jamás… porque no tenemos otro. En primer lugar, sí que lo tenemos: hay millones y millones de estrellas y planetas. En segundo lugar, este planeta, el solito, da para alimentar a cientos de humanidades… gracias al no prescindible: al genio del hombre.
Es lo malo de ser inteligente: que puedes volverte más idiota, cosa que nunca ocurre con los irracionales. Por ejemplo, con el planeta. Debe ser lo del viejo Cicerón: que la corrupción de lo mejor es lo peor (Optimi corruptio pessima est).