Decíamos en Hispanidad, en su día, un grupo de manifestantes optó por burlar el blindaje y reproducir con altavoces de gran potencia el ‘Viva España’ de Manolo Escobar, desde un cerro cercano a la finca de Pablo Iglesias e Irene Montero, en Galapagar

«Entre flores, fandanguillos y alegrías, nació mi España, la tierra del amor. Sólo Dios pudiera hacer tanta belleza, y es imposible que puedan haber dos». Los primeros acordes del ‘Que viva España’ de Manolo Escobar comenzaron a sonar ayer sobre La Navata gracias a un sistema de sonido de alta potencia que colocaron un grupo de media docena de manifiestantes. «Cansados», dicen, de que se les haya prohibido las caceroladas, de que se les identifique por sistema y de que no puedan circular libremente por las calles de su municipio.

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Entonces, uno de los organizadores y manifestantes más activos en esta protesta, Miguel Frontera, denunció que la página comercial del local de restauración (el ‘Veinti7’) que regentaba en Madrid se lleno de la noche a la mañana de comentarios negativos.

Frontera denunció esta situación a la plataforma de Google, que procedió a eliminar los comentarios negativos de usuarios que, en sus reseñas, hacían mención a motivaciones políticas. Su propietario lo achacaba a una venganza política y a un intento por hundir su reputación. 

Pues bien, ahora, Frontera se sienta en el banquillo , acusado de delitos de acoso, injurias graves con publicidad a una autoridad y descubrimiento de secretos -por lo que la Fiscalía pide para él tres años de prisión y una multa de 13.800 euros- por lo que considera siete meses de acoso en 2020 al chalet de Galapagar (Madrid) del entonces vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias y de la que era ministra de Igualdad Irene Montero. Un comportamiento que, según el Ministerio Público, provocó "una alteración de su vida familiar diaria" y de sus actividades cotidianas debido a "los ruidos constantes en horarios de descanso" de sus hijos de corta edad, así como la "limitación de movimientos en compañía de los menores por temor a que presenciaran o escucharan expresiones ofensivas para ellos”.

Ojo, porque estamos hablando de tres años de prisión, lo que significaría que si el juez lo dictara, implicaría que Frontera entraría en la cárcel. Precisamente, eso es algo que se ha puesto de manifiesto cuando el propio Frontera respondía a preguntas de los medios:

Por cierto, aquí vemos la reacción de Pablo Iglesias cuando ciudadanos concentrados a las puertas del juzgado le increpan:

 

Qué distinta esta situación a aquella en que los escrachadores procedían de Podemos. Cuando la escrachada es Irene Montero ella habla de sus hijos pequeños... cuando la escrachada es Sáenz de Santamaría y su bebé de 1 año... se trata de jarabe democrático.

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Con su actuación contra Miguel Frontera, podría decirse que Pablo Iglesias inauguró una nueva perversión que consiste en que el gobernante denuncia al gobernado. Dicho de otra manera, el presunto verdugo se convierte en presunta víctima. E insistimos, su pareja ya hizo lo mismo.

Como conclusión: ¿Está bien concentrarse ante el domicilio de nadie? No, no lo está, ni el domicilio de Iglesias, ni en el de, por ejemplo, Soraya Sáenz de Santamaría cuando también era vicepresidenta- como Iglesias- y sufrió un escrache que se definió por sus protagonistas como un acto de derecho de reunión. Hay que dejar a la gente tranquila en su casa. Pero, señor, Iglesias esta situación suena a aquello de Quien a hierro mata, a hierro muere. Además, ¿no eran los escraches jarabe democrático?