Este suceso acaecido en Málaga bien podría calificarse como paradigmático de lo que está ocurriendo en España. Pero estos hechos son silenciados por determinados medios de comunicación, no se sabe muy bien por qué.

El suceso lo cuenta Diario Sur. Nueve menores, supuestos integrantes de una banda, tenían atemorizados a los demás menores de los distritos Este y Centro de Málaga.

La banda estaba compuesta por 5 magrebís, un colombiano y tres nacidos en España (pero de padres extranjeros), añade OK Diario.

El pasado viernes 4 de noviembre, esta banda -armados con navajas y palos-, trató de agredir a cuatro menores, que huyeron cada uno por su lado y avisaron a la policía. Pero también avisaron a los amigos del barrio.

Los chavales del barrio se movilizaron llegando a juntarse unos 80, que salieron en busca de esos nueve para lincharlos, según DiarioSur.

Sin embargo, la Policía Local de Málaga llegó a tiempo y les salvó de lo que podría haber sido una gran paliza por parte de unos jóvenes hartos de sus fechorías.

Y es que la gente comienza a hartarse, ¿verdad, señor Marlaska?

¿Es o no es un problema la delincuencia de origen extranjero, ya sea provocada por menores o por adultos?

Lo explicó muy bien el comisario de policía Ricardo Ferris, cesado por el ministro del Interior Fernando Grande Marlaska, por decir la verdad. O sea, por exponer cosas como estas: "A día de hoy, la práctica totalidad de los detenidos por Policía y Guardia Civil son extranjeros". «Le insto (a Marlaska) a que se atreva a probar ante la opinión pública quién dice la verdad y quién miente».

Pero es que, hasta en Francia, el Gobierno de Emmanuel Macron ha presentado un proyecto de ley que, por primera vez, reconoce la relación entre inmigración y delincuencia. El ministro Darmanin y su colega de Trabajo, Olivier Dussopt, rechazan el término de “inmigración escogida”, utilizada en muchos países y defendida en su tiempo por el presidente conservador, Nicolas Sarkozy. Prefieren utilizar el concepto de “regularización escogida”, que se aplicaría a cuentagotas, caso por caso y con determinadas exigencias. El temor a ser acusados de propiciar un “efecto llamada” exige malabarismos semánticos, recoge Voz Populi.