En los días finales del pasado mes de enero se han producido dos hechos, que debían de suponer un cambio de inflexión en la forma de intervenir en la política de nuestra nación y sobre todo influir en los partidos políticos, llamados a gobernar.
El primero un manifiesto firmado por 255 destacados personajes de la política, la economía, la cultura y el derecho, que pretende ser una enmienda de totalidad de las políticas y la forma de gobernar de Pedro Sánchez. Una crítica especialmente contundente por el perfil de quienes lo firman.
La principal acusación, de fondo, es que Pedro Sánchez está aplicando, con sus decisiones, una “lógica destructiva” contra la Constitución. Se están produciendo hechos “propios de democracias que se convierten en regímenes iliberales”. Parece claro que no han querido utilizar la palabra “regímenes dictatoriales”, pero se entiende, dice un comentarista.
Pues si no se utilizan las palabras adecuadas, ya no es contundente la crítica. Es una crítica miedosa. Sánchez es en estos momentos un dictador. El ochenta por ciento de las leyes que ha promocionado han sido mediante decreto real; obviando claramente al Congreso, que se ha limitado a refrendarlas sin discusión ni estudio. Y las que se han debatido en el Congreso, en las más conflictivas, se ha saltado todos los procedimientos de control y estudios, que sin ser vinculantes debía de haberlos respetado.
Varios de los que afirman lo primero -la lógica destructiva contra la Constitución- son expertos en la Carta Magna, como Manuel Aragón, catedrático de derecho constitucional y ex magistrado del Tribunal Constitucional, y la también ex magistrada Encarnación Roca, además de catedráticos como Francesc de Carreras y Adela Cortina.
A estas personas, por las que siento el máximo respeto, les pregunto:
1º ¿El presidente Sánchez, con esas medidas que aplica y de las que le acusan, cumple y hace cumplir la Constitución? Si la respuesta es no, ya que van contra la Constitución; ¿por qué no le acusan de perjuro?
2º ¿El presidente Sánchez, con esas medidas, está poniendo en riesgo la forma de Estado Consagrada en la Constitución y por tanto la seguridad del Estado y traicionando a la nación al ir contra la Constitución? Si la respuesta es sí: ¿Por qué no Llaman al Partido Popular y "al resto de fuerzas constitucionalistas" a que "cumplan serena y eficazmente sus deberes irrenunciables" y apliquen el art. 102 de la Constitución? Solo se necesitan 85 diputados para que se ponga en marcha.
También apelan a los medios de comunicación, a los intelectuales y académicos, y a la sociedad española en su conjunto, para que reaccionen ante estas políticas gubernamentales y legislativas.
Y la pregunta es: ¿Y cómo reaccionamos? ¿De qué forma? En la situación que nos encontramos, ¿qué pedimos? No les parece que serían Ustedes con su contrastada autoridad los que tendrían no solo que acusar en un manifiesto, sino proponer las medidas para resolver esta situación, por ejemplo, pidiendo que el Rey, como jefe del estado, que fue quien le propuso y después de ser aprobada por el Congreso la propuesta, le nombró jefe de gobierno; le pida la dimisión o elecciones generales, ya, al presidente Sánchez.
O una moción de censura, hay muchísimos más motivos para platearla que la realizada contra el Gobierno del expresidente Rajoy, y con el objetivo de convocar elecciones generales con una persona de prestigio e independiente. Esto es lo que debió hacer el Sr. Sánchez-Castejón, y luego nos engañó.
Y entonces recurrir al apoyo de la sociedad española promoviendo a la vez, manifestaciones o concentraciones, no solo en una ciudad, si no en las cincuenta capitales de provincias y todos los pueblos de España; reclamando la dimisión o elecciones.
No podemos permitirnos ni un minuto más, tener como “representante gubernamental de España”, como el mismo se define, a alguien que percibimos como una persona que está siendo chantajeada a nivel internacional, y a la vez parece ser que está chantajeando al Rey.
Dado el historial y el tiempo transcurrido hay muchos motivos que llevan a no poder permitir que el Sr. Sánchez-Castejón presida la Comunidad Económica Europea en el periodo que le corresponde a España, no a él.
Debemos de pensar que “se esconde una gran comodidad -y a veces una gran falta de responsabilidad- en quienes, constituidos en autoridad, huyen del dolor de corregir adecuadamente, con la excusa de evitar el sufrimiento a otros. Se ahorran quizá disgustos en esta vida..., pero ponen en juego la felicidad en esta, y en la eterna suya y de los otros- por sus omisiones”.