Publicábamos en Hispanidad un artículo sobre segregación de alumnos en las aulas, con cinta de carrocero, si no repiten las tesis del Gobierno sobre Franco. Ejemplo de alumno sospechosamente fascista, aquel que diga: "las heridas de la guerra se cerraron hace ya mucho tiempo y no merece la pena reabrirlas".
Véamos un capítulo más de esta Memoria Democrática al estilo Sánchez y del ministro masoncete...y majadero, Ángel Víctor Torres. El Gobierno quiere que los alumnos elaboren un libro de recetas con las comidas más habituales durante los años 50, que según Torres incluía «ratas, perros, serpientes o cigüeñas».

Según el Ejecutivo de Sánchez, durante ese periodo se popularizaron las no-comidas. «Estos recursos excepcionales incluían, por supuesto, a los gatos, de los que se dicen que casi desaparecieron en estos años de muchas ciudades. También de perros, las ratas, las cigüeñas, los mulos y caballos. También erizos, serpientes o animales carroñeros como buitres (…) También fue el tiempo de los platos sin: calamares fritos sin calamares, la tortilla sin huevo de gallina, los dulces sin azúcar, los guisos sin carne, los fritos sin aceite». Sin olvidar, los boquerones de secano.
El plato estrella, «el arroz de Franco». «Se ponía en una cazuela a calentar el aceite. Se echaban los ajos picados y el arroz dejando que se friera. Luego se echaba el agua para que hirviera. Se dejaba hervir, si tenías le podías echar laurel para que le diera algo de sabor. Había que removerlo para que no se quedara pegado».
Los textos de El pan negro, los firman Julián López García y Lorenzo Mariano Juárez. La actividad investigadora de López García se ha centrado básicamente en el ámbito geográfico de la América indígena y en las líneas de la etnicidad, la violencia, el hambre, los símbolos en la comida y la mitología y el ritual amerindio, investigaciones basadas en trabajos de campo en poblaciones indígenas de Guatemala (mayas-ch’orti’), Bolivia (aymaras), Nicaragua (garífunas), Ecuador (kichwas), Perú (quechuas) y Colombia (emberas y mokanas). Mientras, Juárez ha centrado su investigación en los análisis culturales del hambre y la desnutrición, la antropología de la alimentación y la antropología de la salud.
El pan negro, busca, entre otras cosas, que los menores «conozcan estrategias para sortear el hambre y resistir en tiempos difíciles». «El proyecto tendrá dos objetivos claros y sencillos: el primero conocer de primera mano cómo fue el hambre que se padeció: qué productos faltaban, cómo era la vida en el Auxilio Social, cómo eran las cartillas de racionamiento, qué consecuencias sobre la salud y la vida tuvo el hambre; y el segundo objetivo será conocer las estrategias que los grupos más desfavorecidos y que sufrieron hambre, pusieron en juego para sortearla: inventar recetas, buscar y rebuscar productos inverosímiles, activar picarescas de todo tipo para alimentarse», desarrolla el proyecto.
Desde el Ministerio proponen que los alumnos entrevisten a sus abuelos, siguiendo «un pequeño guion», que incluye cuestiones como si tuvieron que comer «comidas poco habituales, como hierbas en el campo, o animales como gatos, en ocasiones también alimentos en mal estado o adulterados» o «¿cómo se repartía la comida en casa, quién se llevaba las mejores y las peores porciones?». «Es una investigación que puede ser dura porque lleva a recordar momentos difíciles de la vida de nuestros antepasados, pero al mismo tiempo regeneradora porque permite que se conozcan estrategias para sortear el hambre y resistir en tiempos difíciles» ¿Qué nos querrá decir el Gobierno Sánchez con eso de los tiempos difíciles? Seguro que no se refiere a los actuales... ya saben, la economía va como una moto, el paro desciende que da gusto y, lo más importante, Sánchez esta bien.