Una de las condiciones más importantes para que el poder sea verdadero poder es el dominio de la sociedad, pero no la prisión física del individuo, que en ocasiones también, sino el embargo del conocimiento de sí mismo y la información que nos circunscribe que de alguna forma atañe a nuestras circunstancias. Hablo de la información veraz, la supuesta noble tarea del periodismo que no se deja llevar de ideologías ni del poder financiero para doblegar a la verdad.

Claro, los tiempos que corren están muy lejos de este anhelo que hoy se puede tachar de utópico porque lo digo desde la distopía en que vivimos. La novela de Orwell, 1984, es un magnífico manual de cómo alcanzar el poder de la masa social desde la posición pacifista de la no violencia aunque se ejerza una comprometida agresividad contra la conciencia individual. Orwell conocía de primera mano las manipulaciones y las técnicas de ejercer el poder de la URSS, y la advertencia que traslada al lector de su distopía nos pone sobre la pista de qué puede estar sucediendo hoy en día, bajo la techumbre de una democracia constitucional.

Aquellos que pretendemos lo contrario a lo que predomina en la sociedad, somos los disidentes del pensamiento, por lo tanto entes marginales, unos locos, o enemigos... si llegamos a ser demasiado intrusivos con ideas distintas

Sabemos que la historia se puede modificar para justificar diferentes acciones del presente o acallarlas para que lo que pasó nunca haya sucedido. También podemos modificarlo, hacerlo con el presente, silenciando determinados hechos o dando datos falseados que nadie -o casi nadie- contrastará. Así, quien domina el pasado y el presente, controla el futuro y prevé las decisiones de la masa porque serán tomados según cómo les afecta a sus vidas, no a las circunstancias, ya que la masa social funciona por emociones y están desconectados de una actitud crítica ante lo que le dicen o le muestran. Aquellos que pretendemos lo contrario, somos los disidentes del pensamiento, por lo tanto entes marginales, unos locos, o enemigos si llegamos a ser demasiado intrusivos con ideas distintas.

Los medios de comunicación se han convertido en lo que Orwell llama Ministerio de la Verdad, especialmente la televisión y los grupos mediáticos a los que pertenecen. Abonados convenientemente con dinero o cuentas estatales de publicidad, terminan convirtiéndose en siervos que se despojan de su auténtica vocación de servidores de la verdad verdadera. Hoy en día, la ideología de la mayoría de los grupos de comunicación es no tener ideología, todo vale para hacer caja.

Al poder absoluto se llega a través de amansar a la sociedad. La técnica es vieja como el hombre desde que existen poderes jerárquicos. Podríamos decir que hay dos formas que se usan y se compatibilizan: la deformación de la verdad, que se convierte en propaganda, y el miedo. El miedo no es terror necesariamente. En muchas ocasiones será la pérdida de ciertas prebendas, subvenciones o derechos de quita y pon, como pueden ser las ayudas a empresarios y trabajadores, la libertad de elegir colegio, penalizar por tener hijos o la reducción de las pensiones. Todo esto se usa tanto para motivar como incentivar a la sociedad en un sentido o en otro.

Por otro lado, tenemos que la presión del miedo queda siempre mitigada por una contracción, es decir, “ponemos multas por tú seguridad”, por ejemplo. Una manera de que en el fondo nadie se rebela ante la imposición del castigo administrativo porque el Estado está por ti, te cuida y cuida de todos. Él sabe mejor lo que nos conviene como qué debemos comer o que no debemos ver; que debemos decir y que es bueno callar políticamente si no quieres entrar en el club de los postergados, ya se llamen fachas, homófobos o xenófobos…

 Es una grave responsabilidad quedarnos en nuestras capillitas dónde todos opinamos lo mismo. O pinchamos la burbuja del bien mal entendido o el mal práctico nos dejará en la cuneta más pronto que tarde

Sí, son tiempos duros para la verdad y los cristianos somos hijos de la Verdad. No olvidemos que si el poder no tiene un contrapoder, el poder se convierte en poder absoluto. Quizá la esperanza de estos tiempos esté en los que somos hijos de la Iglesia y, sin necesidad de llegar a las manos, debemos de fomentar el espíritu crítico, decir lo que está bien o está mal, no acomodarnos y contemporizar con el mal simplemente no haciéndolo. Si no decimos lo que está mal, se tomará como algo opinable, en el peor de los casos como algo normal y desgraciadamente la normalización de lo malo hace de una sociedad cada vez sea peor. Es una grave responsabilidad quedarnos en nuestras capillitas dónde todos opinamos lo mismo. O pinchamos la burbuja del bien mal entendido o el mal práctico nos dejará en la cuneta más pronto que tarde.

Pastoreando conciencias. (Última Linea) de Víctor Pérez Velasco. A lo largo de este estudio, se comparan y valoran los objetivos, el estilo, las técnicas, así como el impacto de cada uno de los tres agentes adoctrinadores, sobre los “cinco ejes doctrinales”:  la Nación española, la Monarquía española, la Iglesia católica, el idioma español y los valores tradicionales. Lo relevante de este trabajo es cómo se evidencia la labor incansable y diferenciada de los agentes adoctrinadores en su empeño en cuestionar, atacar, debilitar o desvanecer, los cinco eje doctrinales que configuran nuestra identidad nacional española, durante el periodo democrático que en España se ha producido con la complacencia y a veces complicidad, de nuestra clase política casi de modo unánime.

La España Orwelliana (Sepha) de Víctor Pérez Velasco. Es obligada una comparación entre la España actual y la sociedad reflejada en la novela 1984 de George Orwell. El autor recurre a cuarenta situaciones, personajes, términos o escenarios propios de la novela 1984, que una vez aislados y analizados, se someten al símil con otras tantas situaciones, personajes, términos o escenarios de nuestra España del siglo XXI.

10 cosas que no se pueden decir en España (Libertad Digital y esRadio). En esta obra podrá contrastar lo que le han contado habitualmente sobre: 23-F. Mito y realidad, La mala memoria de la izquierda, El chollo de las subvenciones (porque «el dinero público no es de nadie»), Por qué los progres perjudican  a los que pretenden ayudar (y a todos nosotros), Sacrosanta Transición. De aquellos polvos vienen estos lodos, 11-M, cuando la realidad supera a la ficción, El calentamiento global: la tormenta perfecta de los ecoprogres, Nuestra civilización es la civilización cristiana, nos guste o no, Los homosexuales no tienen derechos... los heterosexuales tampoco, España después de España.