Ya he citado en Hispanidad el libro La ciencia contra Dios, coordinado por Javier Pérez Castells aunque obra de autoría múltiples coordinadas. Me parece un libro fundamental que cierra con broche de oro el anuario de ensayos de 2021.
En Hispanidad ya habíamos hablado de este científico español, en su obra la Neurociencia, no una, sino dos veces.
Pero ahora toca sacar otra vez al proscenio a esta joya de obra, La Ciencia contra Dios y al propio Castells, un cerebro de primera división.
La ocasión lo merece, ante esa tendencia actual en determinados ámbitos, más mediáticos que académicos, más políticos que científicos, a convertir al fallecido Stephen Hawking en el enterrador definitivo de Dios Padre. Todo ello como evidencia científica, naturalmente.
La ciencia, no prueba la existencia de Dios pero tampoco prueba lo contrario. La fe no puede apoyarse en la ciencia porque las teorías científicas hoy son ciertas y mañana falsas
Para mí tengo que eso se debe a dos equívocos de corte semántico que hasta una mente poderosa como la de Hawking podía cometer y cometió. A saber:
1.La nada no es el vacío.
2.La eternidad no es un tiempo muy largo.
Hawking, recuerda Castells, alegaba que Dios no podía existir dado que al no existir el tiempo antes del espacio, antes del Big Bang, resulta que no podía haber creador. Esto me recuerda aquello de Chesterton cuando advertía que conocía a un ateo que no podían creer en un padre que no hubiera sido engendrado por él.
Si no entendemos y al parecer la brillantez de Hawking no lo entendía, que la ciencia debe detenerse ante la frontera de lo inmaterial, porque nada puede aportar sobre lo que no se puede medir, si no entendemos que la nada es la ausencia de ser, no una composición material a la que llamamos vacío por sus especiales condiciones físicas, y si no podemos entender -recuerda Castells citando a Benedicto XVI- que la eternidad no es un tiempo infinito sino la ausencia de tiempo... bueno, entonces me temo que la ciencia se convierte en eso que puede proporcionarse confort pero no un sentido para la existencia. Y créanme: soy un hedonista abierto a la vida muelle pero el dar un sentido a la vida me resulta la única manera de sobrevivir con cierto grado de felicidad.
No hace falta que canonicemos a Stephen Hawking: él no creía en la santidad.
Los periodistas recurrimos casi siempre a la opinión de científicos ateos no a la de científicos creyentes
Y todo esto, volvamos a Chesterton, que no era científico sino periodista, nos lleva a que la razón es una cuestión de fe. Pero no hace falta acudir a un católico para asegurar, como hacía Hume, que "la razón no es fiable porque está al servicio de las pasiones" o para recordar lo de otro hombre de ciencias, Luis Pasteur: "los científicos tienen fe y patria".
Dicho de otra forma: la ciencia, amigo Stephen, no prueba la existencia de Dios pero tampoco prueba lo contrario y la fe no puede apoyarse en la ciencia, porque la fe es eterna y las teorías científicas hoy son ciertas y mañana falsas.
No hace falta que canonicemos a Stephen Hawking: él no creía en la santidad
Por lo demás, sorprende que los periodistas siempre acudamos a la opinión de científicos ateos pero no la de los creyentes.