Que un país que sufre una crisis tan dura como la que atraviesa Argentina, juegue la final del Mundial de fútbol de Catar con una hinchada que seguramente se ha endeudado para el viaje, significa una sola cosa: a la Argentina, hundida en la mayor crisis moral, que no económica, de las últimas décadas, sólo puede salvarle el vitalismo, la pasión por estar vivo.
Los argentinos tiene muchos defectos algunos tan evidentes que relatarlos resulta una vulgaridad, pero sienten pasión por la vida, esa pasión que ha perdido Occidente, en plena decadencia pero, encima, decadencia mortecina. En Europa ya sólo asesinamos al concebido y no nacido, porque el gatillo lo aplica un tercero y porque... 'se nota poco'. No tenemos fuerza ni para el homicidio.
Cuando la madre patria patria flojea - por ejemplo, ahora mismo- acaba expandiendo su podredumbre moral por todo el mundo hispano
Es esta pasión, unida, por supuesto, a una desesperación que pretende curar con psicólogos, lo que ha llevado a una buena parte del pueblo argentino a comportarse como cencerros. Ahora bien, ese vitalismo, y el recuerdo de su pasado archicreativo, ha evitado caer en la desesperación y en la ingratitud a Dios. Y recuerden: el primera forma de pensamiento es el agradecimiento.
Han ganado el Mundial de Fútbol de Catar, justo en esa línea: empezaron perdiendo y, en la propia final, tras tenerla ganada, se complicaron la existencia y ganaron en la lotería de los penaltis. Y con un equipo formado por argentinos, no por nacionalizados de otros países que salvan la cara del país receptor de inmigrantes. Por eso, porque Argentina es un dolor de cabeza, pero está viva, España me temo que no pueda decir lo mismo. Cuando menos, está dormida.
Europa no tiene fuerza ni para el homicidio. En tal caso, siempre por conducto interpuesto, como en el aborto. Hispanoamérica está viva, también para el mal. Europa está muerta... para el mal y para el bien
Hasta ahí los méritos de una selección argentina de fútbol, imagen de todo un país y de todo un continente. Vamos con los deméritos.
La blasfemia -sí, blasfemia- de calificar a Leo Messi como 'dios' blasfemia en que cayeron los papagayos de deportes de Radio Nacional de España, que ayer seguían el partido. Unos locutores, por cierto, a los que se notaba mucho que han aceptado que el fútbol es eso que se ve por televisión y que no contaban lo que ocurría en Catar sino que se centraban en sus profundos comentarios sobre lo que ocurría... lanzados a un lector que desconocía lo que estaba ocurriendo.
No se lo van a creer pero ni Maradona es dios ni Messi es dios. Ni tan siquiera resultan sanos criterios morales. Maradona era un pobre un hombre esclavo de su propia imagen y no un buen ejemplo para la infancia. Messi es un personaje que vive pensando en su futuro, bastante engreído. Como dicen los argentinos, la culpa "la tenés vos, gallego. Somos mezcla de españoles e italianos: elegimos lo peor de cada uno para hacer el cóctel".
No se lo van a creer pero ni Maradona es dios ni Messi es dios. Ni tan siquiera resultan sanos criterios morales
Puede que sea así, pero la podredumbre moral que afecta a los españoles es solo un poco más sofisticada que la que corre a toda Hispanoamérica, Y Argentina constituye un pieza importante de esa descristianización y de esa podredumbre. En cuanto España deja de ser la madre patria de Hispanoamérica se convierte en madrastra, pero jamás deja de influir en todo el continente hispano. Ahora mismo, influye para mal.
Perded toda esperanza: el fútbol no puede sustituir a Cristo. Por lo demás: ¡enhorabuena, campeones!