La reelección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos ha puesto de manifiesto la ruptura ideológica de Occidente, evidenciando, en parte, las consecuencias de una globalización mal gestionada y manipulada desde el poder político y las grandes empresas tecnológicas. Estas entidades, en lugar de fomentar el desarrollo para beneficiar a la humanidad con los avances tecnológicos y científicos, han optado por imponer sus ideas.
Se hace evidente, además, que el mundo occidental se inclina hacia un antiprogresismo, quizá hartos los ciudadanos de ser divididos y utilizados con fines espurios políticos para sacar rédito político. Ciudadanos que se sienten ordeñados por la voracidad fiscal de los gobiernos. Padres y madres que observan cómo, desde las instituciones y mediante políticas deshumanizantes y homosexualistas, son desautorizados como responsables últimos de la educación de sus hijos.
El mundo se orienta hacia la derecha, y los analistas de radio y televisión que acostumbraban a repartir "carnets" de buen y mal votante, ahora se sienten descolocados
Los medios de comunicación en Occidente han mostrado su peor cara, o quizás su verdadera esencia. Europa, que se erige como adalid de la democracia y la libertad, reacciona negativamente cuando los resultados no coinciden con sus intereses. Trump y los más de 70 millones de votantes que lo eligieron han sido insultados, despreciados y marginados, precisamente en nombre de la "libertad" y la "democracia, porque desde la consabida superioridad moral progre, deciden qué es libertad y quién es demócrata. Casos similares ocurrieron cuando los italianos eligieron a Giorgia Meloni, cuando Nayib Bukele obtuvo más del 90% del sufragio en su país o, recientemente, con la elección de Javier Milei. Con Viktor Orbán existe una auténtica caza política desde Bruselas, porque no les gusta lo que votan los húngaros. El mismo patrón se repite en las elecciones holandesas con Geert Wilders, el giro político en Suecia o el crecimiento de Marine Le Pen en Francia.
El mundo se orienta hacia la derecha y los analistas de radio y televisión que acostumbraban a repartir "carnets" de buen y mal votante, ahora se sienten descolocados. Tantos años creyéndose el relato, que han acabado convirtiéndose en un personaje más de su propio cuento, sin tolerar que otros lleguen y ocupen espacio. Un talante democrático low cost, incapaz de aceptar una visión diferente. Se consideran demócratas porque votan cada cuatro años, pero en el fondo el progresismo es comunismo de corazón.
Muchas de estas celebridades multimillonarias, que dicen marcharse por puritanismo democrático lo hacen porque es posible que el escándalo público de su comportamiento sexual y su corrupción salga a la luz
Los demócratas más famosos del mundo del arte y de la cultura de EEUU prometieron exiliarse de su país si ganaba Donald Trump. Lo prometieron cuando pensaban que Kamala Harris lo tenía hecho, o casi hecho. Pero la realidad es tozuda y ahora les toca hacer las maletas. Pero no se crean, no es por querer poner a salvo su aporte artístico e intelectual, ¡qué va!, sino por la promesa de Trump de investigar a fondo los nombres de las listas de pedófilos y pervertidos relacionadas con Jeffrey Epstein y Diddy Combs. Muchas de estas celebridades multimillonarias, que dicen marcharse por puritanismo democrático lo hacen porque es posible que el escándalo público de su comportamiento sexual y su corrupción salga a la luz y, con ello, terminen en un juzgado y sus huesos en la cárcel. La mayoría de estos famosos cuyo nombre aparece en las listas más vergonzantes de la historia cool de Estados Unidos. Claro, no es de extrañar que la película Sound of freedom, producida por el mexicano Eduardo Verástegui, fuese rechazada por Hollywood, Amazon y Netflix. Pero es poesía poética que, una vez distribuida con medios relativamente pobres, esta película que clama contral la pederastia haya facturado en taquilla más de 250 millones de dólares... y siendo una de las películas más taquilleras de EEUU en 2023, Amazon acabó incluyéndola en su catálogo.
Estos personajes abandonan Estados Unidos tras la victoria de Trump... Pero no es por la victoria de Trump sino por la promesa de éste de hacer públicas las listas de Epstein y Diddy Combs... pic.twitter.com/LLnMItG8J0
— Omar R (@Jupamagno) November 10, 2024
Entonces, ¿por qué ha ganado Trump contra todo pronóstico? Existen razones que los progresistas prefieren ignorar y los que las conocen no quieren entenderlas. El globalismo, tal como lo conocemos, está empezando a autodestruirse; no desaparecerá porque las tecnologías lo mantienen vivo, pero sí transformará su esencia. La próxima fase de la globalización será de derechas, en contraste con la socialdemocracia reinante, que se tambalea en su pedestal. Agustín Laje describe acertadamente esta nueva derecha, identificando tres actores clave que están cobrando fuerza en nuestros países: los libertarios, que rechazan la intervención política en sus vidas y buscan menos Estado y regulaciones en las relaciones sociales, laborales y familiares; los conservadores, que se oponen a las agendas antinacionalistas y a la ideología woke, los pilares de la agenda globalista; y, por último, los soberanistas, que rechazan la injerencia y el chantaje de organismos internacionales como la ONU y sus satélites de poder, ya sea por motivos de salud y finanzas.
Globalismo (Harper Collins), de Agustín Laje. El autor explica magistralmente el origen y la formación del contrato social de nuestros Estados nacionales sobre una base democrática, mostrando cómo el globalismo busca culpabilizar estas estructuras para llevarnos a un callejón sin salida, donde todo se cede a una gobernanza global no representativa, la máxima expresión de la oligarquía de unos pocos privilegiados a los que nadie votó, y que ante nadie rinden cuentas pero que pretenden dirigir el destino del planeta.
El malestar de las élites y la revolución de la Agenda (Sekotia), de Juande González. El ensayo reconstruye los errores que llevaron a una generación a abandonar el terreno de las ideas y la cultura. Ofrece una prospección sociopolítica del nuevo terreno de juego que promueve los elementos esenciales que permitan calificar una vida humana como verdaderamente buena. Por último, propone una agenda alternativa sobre dos pilares clásicos: la familia y la nación.
El poder de las fronteras (Erasmus), de James Crawford. A medida que el nacionalismo, el cambio climático, la globalización, la tecnología y las migraciones masivas chocan con unas fronteras cada vez más rígidas, algo tiene que ceder. Y Crawford se pregunta: ¿ha llegado el momento de abandonar las líneas que nos dividen?