El Progreso se disponía a entrevistar a un casero que tiene su casa okupada. La sorpresa del medio llegó cuando éste acudió a la cita intentando pasar desapercibido entre los vecinos, con peluca, barba de pega y gafas oscuras. Todo lo hacía debido a las amenazas que recibe por parte de sus okupas.
Se trata de dos parejas, con menores de edad a su cargo, que fueron los que allanaron su propiedad, de unos 120 metros cuadrados. Fueron los vecinos los que se dieron cuenta que pasadas las ocho de la mañana de un viernes cualquiera, dos hombres reventaron la puerta del edificio, tiempo después llegaron dos mujeres, una de ellas embarazada.
Avisaron a la propietaria, una octogenaria que vive en otra localidad. Según la familia, sufrió una crisis de ansiedad cuando le contaron la noticia. Fue su hijo el encargado de denunciarlo en la comisaría y el que acudió con los agentes al inmueble, donde recibió las amenazas de los okupas: "Hay dos leyes, una para los okupas y otra para nosotros".
Por esas amenazas decidió acudir a la entrevista disfrazado, aunque, pese a su atuendo, los okupas le reconocieron y volvieron a amenazarle desde la ventana del piso. Asegura que siente "indefensión": "Esto es como Venezuela, si la Policía no protege, habrá que buscar seguridad privada". Reconoce que no espera "respuesta política, ni policial, ni judicial", por lo que planea recurrir a una empresa especializada en desalojos.