El alcalde de Barcelona, el socialista Jaume Collboni, y el muy honorable presidente de la Generalitat catalana, el también socialista Salvador Illa, han decidido, más bien el primero, sustituir el Belén navideño de la plaza de Sant Jaume por una estrella puntiaguda, que no es la estrella de los Reyes Magos, sino un horterísimo manojo de pinchos iluminado, seguramente mediante energías renovables, que evoca el “origen”.
No sé si captan la sutileza del mensaje collboniano.
El astuto alcalde de la muy noble ciudad de Barcelona no es como su vecino de enfrente, Salvador Illa, quien se confiesa católico, aunque resulte un católico un tanto rarito. Jaume Collboni, de profesión librepensador, pretende prescindir de Dios en la creación del universo y entonces habla de “origen”, en clara referencia al Big Bang. Ya saben: una carga positiva y otra negativa, que chocan y dan lugar a la Gran Explosión. De dónde salieron esas cargas de signo opuesto no se sabe pero da lo mismo: el ateísmo, que nunca se distinguió por su brillantez, sólo nos explica cómo una cosa pequeña se convierte en una cosa grande, pero jamás explica por qué existen cosas.
Y ya que hablamos del Big Bang, ya saben que el pensamiento agnóstico-progresista convirtió en su concepto favorito el de la Gran Explosión. Claro que olvidan que el descubridor de la teoría del Big Bang fue un cura ensotanado, de nacionalidad belga, llamado Georges Lemaître, que ya son ganas de molestar al buen ateo.
El padre Georges, para escándalo de los racionalistas de la época, incluso de algún cristiano despistado, aseguró que el universo no estaba cerrado, estanco, sino en expansión.
Ocurrió algo similar a lo acaecido con el evolucionismo de Darwin. Algunos católicos se sintieron atacados por el origen de las especies, que comprendieron que la teoría de la evolución era perfectamente compatible con la biblia, aunque no así las conclusiones majaderas a las que llegaron algunos discípulos de Darwin, alguno de los cuales hubiera llegado a ministro de Sánchez, seguro.
Volvamos al Big Bang. La declaración de Lemaître sobre el universo en movimiento causó tal conmoción que Albert Einstein arremetió contra él: “Sus cálculos son correctos pero su conclusión es inadmisible”. Tiempo más tarde, cuando Einstein se dio cuenta de que, en efecto, el universo estaba en expansión, tuvo la humildad suficiente para reconocer su error ante el belga y pedirle disculpas.
Después de Lemaître había llegado Edwin Hubble, quien certificó la teoría del Big Bang, del cura Georges, al descubrir la radiación roja que emiten los cuerpos al alejarse. Pero el inventor del Big Bang fue el cura Lemaître.
Es decir, que, así, entre nosotros, el Big Bang no es la prueba de que el universo no fue creado por Dios ni de que Dios no exista. En todo caso, justo lo contrario: puede ser una descripción de la creación. Además, Collboni: el autor de la teoría del Big Bang es un católico y la Gran Explosión encaja en el relato del génesis como de molde.
Por cierto, alcalde, donde pecaron Adán y Eva no fue en un manzano sino en el árbol de la ciencia del Bien y del Mal, especie esta que aún no ha sido descubierta por los botánicos.
¿Significa esto que todos los socialistas sean unos ignorantes de tomo y lomo, que confunden la gimnasia con la magnesia? ¡Dios me libre de afirmar tamaña felonía! Todos los socialistas no, solo el alcalde Collboni, el presidente Illa y el presidente Sánchez.