Inolvidable Don Camilo, obra de Giovanni Guareschi, el hombre que mejor ha escrito sobre la Navidad. El antihéroe de aquel cura de la Tierra Baja del río Po, en plena posguerra mundial, es Pepón, el alcalde del pueblo, perpetuamente enfrentado al cura párroco.
Recuerdo el relato en el que el Pepón de Guareschi, alcalde y secretario del Partido Comunista en aquel mundo pequeño, exclama, en defensa de la Navidad:
-En el fondo, ¿qué tiene de malo que a algunos les guste creer, que hace cosa de 2.000 años, nació en algún establo el hijo de un carpintero, que después predicó la igualdad entre los hombres, que defendió a los miserables de los poderosos y que luego fue crucificado por los enemigos de la justicia y de la libertad?
El Largo, el ideólogo del partido, el Monedero de la época, le replica:
-No tiene nada de malo, pero la gente piensa que ese hijo de carpintero es Dios. ¡Eso es lo malo!
Pepón no se deja impresionar.
-¿Malo? Al revés, magnífico, porque el hecho de que Dios haya elegido como padre a un carpintero y no a un burgués, significa que Dios es demócrata.
Me he acordado del entusiasmo con el que reparten Sánchez y los podemitas, es decir, los neo-comunistas, la condición de demócratas o antidemócratas, pero el hecho es que lo hacen con mucha menos gracia que Pepón y demás compañeros. En el metalenguaje de los delitos de odio, podríamos decir que en la Italia de la posguerra, una guerra horrible, circulaba menos el odio al adversario que en la España del 2021, y que en aquella Italia pobre de 1947 la magnanimidad brillaba con más pujanza que en la España saciada de bien entrado el siglo XXI.