La Navidad quizá sea la expresión humana que más define al hombre como hijo de un Dios Padre, es decir, de un Dios que ama a sus hijos porque sin amor no hay paternidad. Es posible que esta frase de inicio rechine en los oídos de muchos o, incluso, no genere nada en su vida porque no vislumbran el sentido final de esta. Lo comprendo, la sociedad en términos generales ha convertido a la Navidad en algo que solo recuerda en las formas (y ni tan siquiera en todas), porque choca de forma brutal con el pensamiento hegemónico actual, que encuentra en el aborto un derecho a matar, en la eutanasia el diseño de la propia muerte y en el género la destrucción de la persona en base a un deseo subjetivo.
Sin embargo, en muchas casas todavía vivimos la pequeñez del Niño Dios que llega… ¡Sí, ya sé que no llega físicamente, que ya lo hizo! Me refiero a que llega a nuestra vida real una vez más para recordarnos la ternura de Dios, para hacernos mirar con detalle cómo somos con aquellos que nos rodean, sean quienes sean. Un Niño que nace pobre, en un establo pestilente, con los recursos mínimos de una madre que le da el pecho y un padre que les provee de un pequeño fuego que los calienta. Entonces, es cuando algunos echan en cara la opulencia de la Iglesia y critica porque no atiende a los necesitados del mundo, y yo les recuerdo que no se debe confundir la magnificencia de honrar a Dios con la pequeñez de nuestro amor. Esa es la clave, reconocerlo...
La Navidad es la Verdad hecha niño, por eso los niños grandes y pequeños creemos en ella
Matthias Claudius, un poeta y periodista alemán, en el lecho de muerte escribió una carta a uno de sus doce hijos y, entre otras cosas, se desprenden estas perlas: «Nada es grande si no es bueno, ni verídico si no perdura. (…) La verdad, hijo mío, no sé dirige hacia nosotros, sino que somos nosotros los que tenemos que ir hacia ella. (…) Una verdad falsa es una mentira». Frases que, aunque seguramente las dirigía en un tono trascendente, desde la experiencia de la vida por saberse cerca de la muerte, no pueden ser más acertadas ni explican mejor qué es la Navidad.
Nada es grande si no es bueno, ni verídico si no perdura. La Navidad es grande, porque es buena y hace el bien en los corazones de muchas personas y eso influye en mejorar el mundo, aunque pensemos momentáneamente que el pequeño gesto de amabilidad dando las gracias, deseando felicidad estos días o el tiempo que hemos dedicado en pensar a quien regalamos un detalle, se esfuma como la bruma al amanecer. Y verídico, porque la humanidad celebra, vive con emoción estos días, desde hace ya más de 2.000 años, ¿hay algo más duradero en nuestro mundo?
La verdad, hijo mío, no sé dirige hacia nosotros, sino que somos nosotros los que tenemos que ir hacia ella. Esto es lo que el hombre de hoy -tan seguro de sus decisiones, de su presente y su futuro-, piensa, que la verdad es él… ¿Cómo puede ser esto, si la verdad es eterna? ¿Cómo podemos considerar que, a cada momento presente, desconocemos si lo que hacemos es lo acertado o no? La Verdad está en Dios y debemos esforzarnos en dirigirnos a ella, buscarla en lo que no perece, en lo que perdura, en lo que nos ampara de forma constante a pesar de nosotros mismos. «La verdad os hará libres» (Jn 8,32), es decir, que la libertad es uno de los rasgos de a su imagen y semejanza que nos permite alcanzar la Verdad, porque nadie posee la Verdad en sí mismo como quien posee el color de los ojos.
«La verdad os hará libres» (Jn 8,32), es decir, que la libertad es uno de los rasgos de 'a su imagen y semejanza' que nos permite alcanzar la Verdad, porque nadie posee la Verdad en sí mismo
Una verdad falsa es una mentira. Precisamente es la realidad humana más contemporánea, esa con la que un tal Zapatero gritó «la libertad os hará verdaderos», que pone lo segundo como paso imprescindible para alcanzar lo primero. Una falacia que entonces fue aplaudida como también debieron aplaudir los consejeros a Herodes el Grande por aquel plan tan bien urdido de mandar a los Reyes Magos a buscar al Rey de reyes, para luego ir él a adorarle y darle una muerte segura. Seguimos sin aprender de la experiencia humana y de las lecciones evangélicas. También hoy, los poderosos del mundo, siguen mandando a otros que hagan su trabajo sucio, pero no saben que también el bien y el mal están sujetos a Dios y todo vuelve a su cauce, es decir, a Él mismo.
Así llegamos a una conclusión total: la buena nueva es el Amor, es decir, la Verdad, es decir, Dios entre nosotros, es decir, su Reino. Pueden negarlo o reírse de esto. Pueden acusarnos y llevarnos a los tribunales. Pueden marginarnos y obligarnos a ser cristianos solo en la intimidad. Pueden pensar, incluso, que con todo esto arrinconan a Dios y a su Reino, porque ellos creen que es algo por venir y no saben que ha llegado ya, a cada uno en nuestro corazón, ¿o acaso no dice Jesús que el Reino de Dios ya está entre nosotros? Sí, lo está, pero no en su plenitud. Cristo instauró su Reino en la tierra quedándose con nosotros en la Santa Eucaristía. Sin embargo, debido al don de la libertad, en el que Dios no puede intervenir porque se contradeciría -y eso en Dios es imposible-, si no le buscamos no llegará jamás. Somos nosotros los únicos capaces de alcanzarlo, en la búsqueda de la Verdad.
La Navidad es la Verdad hecha niño, por eso los niños grandes y pequeños creemos en ella.
El libro de la Navidad (Encuentro), de Jacopo della Vorágine. Selección e ilustración de los textos de los capítulos de la Leyenda Dorada de Jacobo de la Vorágine que conforman una historia de la Natividad de Jesucristo para acercar al lector español la belleza de un texto inigualable y poner de manifiesto hasta qué punto es imprescindible conocer la Edad Media cristiana para comprender el mundo actual.
Historia de la Navidad (Palabra), de Tina Walls. En este libro, a través de los textos y las magníficas ilustraciones, descubres la verdadera historia y el sentido de la Navidad. Victoria Paredes -verdadero nombre de Tina Walls- es arquitecto y se especializó en arquitectura efímera, escenografía y diseño, y su experiencia en ilustración editorial la ha posicionado entre una de las referencias actuales de este arte. Un regalo seguro… ¡para todas las edades!
Cuentos para una Navidad (Alianza), de VV. AA. Una lectura para cada día desde el mismo día 23 de diciembre. Vicente Blasco Ibáñez: El premio gordo Oscar Wilde: El Gigante egoísta Nikolái Gógol: La Nochebuena Hans Christian Andersen: El abeto Gustavo Adolfo Bécquer: Maese Pérez, el organista Fiódor Dostoyevski: Un árbol de Navidad y una boda Benito Pérez Galdós: La mula y el buey Robert Louis Stevenson: Sermón de Navidad. Leyenda popular japonesa: El "jizó" con sombrerete de juncia, Emilia Pardo Bazán: Los dulces del año Francisco Ayala: Una Nochebuena en tierra de infieles o Son como niños Antón Chéjov: Vanka Guy De Maupassant: Los Reyes Leopoldo Alas Clarín: El rey Baltasar O. Henry: El regalo de los Reyes Magos.