Hay gente peligrosa, a quienes les regalas un libro y se lo leen. Yo soy de esos, así que cuando estas Navidades pasadas la petrolera Cepsa nos regaló Net Positive a los periodistas... cogí y me lo leí. Recién termino.

Un gran libro, sin duda que, como otros grandes libros, debe ser negado en su totalidad manifiesta, no porque lo que diga no sea interesante, incluso brillante, sino porque su tesis es venenosa. Y lo que importa en un ensayo es la tesis que propone.

Los autores son Paul Pulman, ex CEO de Unilever y Andrew Winston, un teórico de la sostenibilidad, que es una profesión que últimamente está creando muchos puestos de trabajo de utilidad aparentemente poco sostenible. 

Los verdes lo tienen claro: si el hombre es el depredador del planeta, lo lógico sería terminar con el depredador, con el hombre. En ello están

De prologuista, figura la presidente del Santander, Ana Botín, quien, como un Sánchez cualquiera, nos comunica que la igualdad constituye el gran reto de las sociedades modernas. ¡Anda ya, doña Ana! El gran reto de las sociedades modernas es, como ocurre desde hace aproximadamente cuatro milenios, la justicia. Y como es la injusticia la que impera en el mundo, entre otras cosas, por una manía enfermiza a igualar lo desigual, también se precisa incrementar la libertad, otro elemento muchísimo más importante que la igualdad. 

A la postre, la sostenibilidad que vende Net Positive se convierte en una pesadísima carga de la que se extrae escaso optimismo. La ecología puede resultar todo lo necesario que pretenda el Nuevo Orden Mundial (NOM) pero, créame, no anima el espíritu. 

Es más, Paul Polman y Andrew Winston aconsejan a los directivos que no hablen mucho con los accionistas: a fin de cuentas, tan sólo son los propietarios. Es lo suyo: la ecología odia la propiedad privada... por eso es la ruina de la economía.

Mejor que buscar la sostenibilidad del planeta, confíe en el Creador del susodicho planeta y del conjunto del universo: confíe en Dios porque el Creador sabe lo que realmente necesita su creación. El hombre no tiene ni idea

Si de la empresa pasamos al mundo, la cosa se complica aún más. Los verdes lo tienen claro: si el hombre es el depredador del planeta, lo lógico sería terminar con el depredador, con el hombre. En ello están. Y el que se rebele contra su aniquilación es un ultra de mucho cuidado. Es ese tipejo fascistoide que pretende que el planeta esté al servicio del hombre cuando, como muy bien saben los autores, es el hombre quien debe estar al servicio del planeta. 

Por otra parte, el impacto neto positivo es lo que siempre se llamó bien común. La empresa colabora al bien común general. Y así, la diferencia entre la economía tradicional y la economía verde es precisamente esta: que la economía tradicional servía a la humanidad mientras la otra sólo servía al planeta. 

Es más, la economía tradicional también servía al planeta, porque sabía que lo tenía que dejar en buen estado, no por el planeta mismo, sino para las próximas generaciones de seres humanos.

Y lo peor de la economía verde es el odio al hombre. Los verdes eliminan al ser humano, a ser posible antes de nacer, cuando no puede defenderse. Y eso es lo que se llama progresismo.  

La empresa verde no es más que un latrocinio a sus propietarios. ¿Cómo acabar, de una vez por todas, con la ecología? Esa es la cuestión

En cualquier caso, mejor que buscar la sostenibilidad del planeta, confíe usted en el Creador del susodicho planeta y del conjunto del universo: confíe en Dios porque el Creador sabe lo que realmente necesita su creación. El hombre no tiene ni idea. Además, para arreglar el desaguisado, el Creador, que conoce su creación mejor que nadie tiene métodos de lo más singulares que al ser humano le parecen paradójicos. Vaya usted a saber si, como predicen algunos científicos, estamos en la etapa final del calentamiento global, como preámbulo a una nueva etapa de enfriamiento.

En cualquier caso, para luchar por el planeta conviene recuperar el concepto de bien común no a la ecología sino a la economía... y la empresa verde no es más que un latrocinio a sus propietarios.

¿Cómo acabar, de una vez por todas, con la ecología? Esta es la cuestión. Si se les ocurre alguna idea no dejen de comunicármela