Pasada la primera marea...

No me preocupa la movida creada por Ana Obregón (que, si no fuera por miedo, sería la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro) con su hija-nieta. Me preocupa dónde se ha centrado el debate: en la voluntad de la protagonista. Algo parecido a esto: como yo quiero ser madre a toda costa pues fabrico a mi hijo. No hay barreras.

Antes de nada porque resulta pertinente: el aborto es más grave que la FIV y ésta es más grave que la maternidad subrogada o vientres de alquiler... aunque todo esto no deja de ser sino un triste consuelo.

La FIV es más grave que la subrogada porque se mata gente y se destruye algo tan importante como la paternidad pero, sobre todo, porque la fecundación asistida resulta especialmente grave por la cantidad ingente de seres humanos que se eliminan para 'fabricar' uno.

Ana Obregón: lo que pierde a la mujer es su obsesión por ser el centro de atención de cuantos le rodean. La visibilidad no es otra cosa que vanidad

Pero ojo, en la gestación subrogada se destruye la maternidad -la gestación es parte fundamental de la maternidad-. ¿Por qué? Porque ni el aborto ni los vientres de alquiler son tan buen negocio como la FIV, donde, encima, no hay ni asomo de polémica moral, aunque debería haberla y muy gorda.

En cualquier caso, ¿estamos en la teoría del mal menor? No, estamos en la vanidad inconmensurable de una mujer que está obsesionada con ser el centro de atención de su entorno. O sea, Ana Obregón es el prototipo de la mujer feminista actual, aunque ella no se autotitule feminista: tiene el mismo ansia de protagonismo que las feministas. Con razón: el clásico habla de la mujer discreta, la que no reclamaba visibilidad, que es la forma actual con la que nos referimos a la vanidad.

La descendencia no se hizo para satisfacer a los padres sino a los hijos y a toda la humanidad

Vamos con el caso Obregón: los niños no se fabrican, se agradecen, porque son un don estupendo. Más importante: tener hijos no es un derecho, es un deber... o, al menos, conlleva muchos deberes. Ni para satisfacer a tu hijo muerto ni para ninguna otra cosa. El amor que cosifica a las personas no es amor.

Aquí hay que recordar el viejo principio que planteara el socialista Juan Carlos Rodríguez Ibarra: yo no busco un niño para las parejas (o para usted, doña Ana,): busco parejas para los niños. O lo que es lo mismo: la procreación y la descendencia no se hicieron para satisfacer a los padres, sino a los hijos y, de paso, al conjunto de la humanidad.

Pero sí: el aborto y la FIV son mucho peores: ahí hay matanza, en los vientres de alquiler, no. Si le consuela el mal menor...

En cualquier caso, los niños no se fabrican, se agradecen.