La humanidad evoluciona de forma integral, no solo lo hace en lo aparente, como lo científico y en lo tecnológico, sino que también desarrolla los campos interiores proveídos de sus potencias: inteligencia y voluntad. No podríamos asegurar en este caso qué es antes, si el huevo o la gallina, si la ciencia o nuestro interior, porque realmente una cosa lleva a la otra y viceversa, de tal suerte que es un ciclo que se retroalimenta de forma constante y lo que produce ese movimiento es la sociedad presentativa. Esto es así en términos generales ya que, sin embargo, esa evolución no siempre es hacia adelante, aunque el sumatorio final sea de dos pasos adelante y uno para atrás.
De las revoluciones con que la humanidad se ha enriquecido, y ahora me estoy refiriendo a las revoluciones que los humanos hacían con motivo de la acción reacción de ciertas injusticias sociales o no, porque también las hay por demandas que consideraban necesarias para una vida mejor, como la revolución del Mayo del 68 -que por lo visto no tenían suficiente con la forma de vivir la sexualidad, y la libertad los países que lo tenían todo como en Estados Unidos, siendo el avatar de la fecha París, Francia.
Pero en el transcurso de las revoluciones hay un cambio muy importante en la historia. Hemos pasado de cuando los que ejercían estas causas eran los de abajo, es decir, obreros, agricultores, trabajadores industriales… A cuando las revoluciones las dirigen y ejercitan los de arriba: plutarcas, entidades financieras, instituciones globales, partidos políticos, empresas tecnológicas como las redes sociales, etc. Con el fin de someter al pueblo (es recomendable leer La rebelión de los amos (sekotia) de Marcos López Herrador).
La sociedad occidental, enriquecida a pesar de las crisis financieras o de salud propugnadas por los movimientos geofinancieros y políticos que proporcionan los dirigentes del mundo, no necesariamente políticos. Cierto, no nos falta de nada, solo que nos gustaría tener más, sobre todo más libertad de la que cada día está más prendida del poder político que no deja de trabajar legislativamente por una intrusión constante de nuestras vidas y las de nuestros hijos, los trabajos, sueldos, ahorros, el sexo, estilos de vida, gestación de personas o las formas de morir…
Nunca el pueblo, es decir, usted y yo, hemos estado tan sometidos. No queda una esquinita donde refugiarse. Solo con las religiones impuestas del Cambio climático, nos presionan sobre las energías que debemos y cómo usar, los coches que nos obligan a abandonar por otros que quizá no podamos pagar; los hijos que debemos tener; lo que sí o no debemos comer… Las leyes de género, con las que desdibujan la realidad biológica de lo que somos y nos obligan a creer en una realidad desvirtual de ciertos ideólogos que se empeñan en jugar a ser dios. Leyes con las que nos condicionan la manera de pensar, de expresar y de convivir de forma tan anómala que solo las distopías más enajenadas fueron capaces de imaginar, y acertaron. La imposición de la salud mundial con la que someten a los ciudadanos a vivir un conflicto social donde la mentira, la propaganda y los laboratorios dirigen nuestro sino.
Esa es la diferencia de las revoluciones que casi las echamos de menos, a lo que sin embargo sucede hoy: mientras los ciudadanos exigían, luchaban, por sus mejoras personales que terminaban redundando en el bien común, hoy las élites hacen ingeniería social con todo el poder que les otorga su posición, con el fin de doblegar, adiestrar, a los pueblos y manejar los movimientos de las personas, unos por sometimiento, otros por rendición, algunos por convencimiento. Pero debemos saber, tener la certidumbre clara de que la ingeniería social es tan artificiosa que sin el dinero, la ley de su parte y la propaganda mediática pagada, no se sostendría ni un solo día, ¿o creemos de verdad que cambiar la “e” por otras vocales modificaría el concepto social de lo que somos?
La nueva revolución posmodernista es la del Estado que actúa sin miramientos con todos sus recursos legislativos, sociales y financieros. Si esto sigue en pie, es porque muchos ciudadanos no saben discernir entre lo que es y lo que debiera ser, están abducidos por el sistema o muertos de miedo y ya ni opinan. Pero la batalla cultural, no se trata de hacer una especie de contra ingeniería social, realmente bastaría con que la política no fuera coercitiva como ahora sí lo es; que las universidades sean lo que fueron siempre, nichos de debate de las ideas pero sin culturas de cancelación. Entonces la batalla cultural surgirá de forma natural. La libertad será la razón de ser de las personas porque actuarían sin miedo a ser y a vivir sin que te digan siempre cómo.
Identidades inciertas: Zygmunt Bauman (Herder) Helena Béjar. La autora hace una exposición a la sombra de Zygmunt Bauman, creador de la sociedad líquida, y expone las realidades de los peligros que están suponiendo para los pueblos y ciudades, o la descomposición de la sociedad en sí. Un desarrollo evolutivo que apareció de forma abrupta en los años 50 de estados unidos y que se exportó como una peste al resto del mundo.
¿Tiene futuro la verdad? (BO) George Steiner. Un análisis iluminador y fascinante de una de las mentes fundamentales de la cultura europea del siglo XX. La incisiva, audaz e irónica mirada del irrepetible humanista, recorre épocas históricas, las vidas de sus protagonistas, clásicos de la literatura, obras de arte cautivadoras y filosofías clarificadoras, para ofrecernos una verdad que solo un pensador como Steiner, observando desde la atalaya de su infinita erudición, puede destilar.
Filosofía para la Era Digital (Almuzara) Manuel Calvo Jiménez. Aunque yo personalmente no lo veo tan negro como el autor, algo de verdad hay en que el mundo digital está cambiando nuestras vidas de tal manera que vemos alterada nuestra propia identidad personal, nuestra forma de relacionarnos, de comprender el mundo que nos rodea y de enfrentarnos con la propia finitud de nuestra existencia. La verdad, el conocimiento, la educación, la salud, la economía o la organización social y política sufrirán en los próximos decenios una drástica y vertiginosa transformación.