Percibo otra deriva maniática del feminismo actual, incluso aceptada, o al menos no impugnada, por muchas mujeres normales -o sea, no feministas- y por muchas hombres 'feministos', es decir tontos de baba.  

Y hasta por Julia Almansa, coordinadora de la Comisión diocesana por una Vida Libre de Violencia contra las Mujeres, del Obispado de Madrid. Doña Julia, en la entrevista para Alfa y Omega, también nos habla de la violencia sexual dentro del matrimonio. Pues mire usted eso no puede ser, al menos con el Catecismo en la mano. 

En el matrimonio católico, la mujer se entrega al hombre y el hombre a la mujer, hasta formar "una sola carne". Por tanto no se puede hablar de violación sobre uno mismo. 

Bueno, no es el único tópico que arrastra doña Julia, la empleada del Obispado, dado que insiste en todos los lugares comunes feministas, incluido uno que es de los más estúpidos de todos: no sólo hay que reparar, comenta Almansa, en la violencia física del hombre contra la mujer sino también en la violencia psicológica. Pues mire usted, doña Julia vuelvo a insistir en que lo lógico es que el hombre, que es más fuerte, utilice la violencia física contra la mujer, pero en materia de violencia psicológica, una de dos: o todas las mujeres son arcangélicas y todos los hombres demonios malignos... o es el hombre el único que tiene psicología para ejercer violencia psicológica. Dicho de otra forma: si la mujer no ejerce jamás violencia psicológica contra el varón es que la mujer es idiota.

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Como yo estoy seguro de que la mujer no es idiota también estoy convencido de que ejerce violencia psicológica contra el varón... igual o mejor que el varón. 

Pero volvamos a la violación, agresión sexual, que diría doña Irene Montero, para confundirlo todo. Aquí ocurre lo mismo que con el famoso pasaje de San Pablo, cuando asegura (yo me divierto muchísimo observando las caras que me circundan cuando toca leer ese apartado en misa) donde dice que la esposa debe estar "sometida al esposo". Como resulta que el de Tarso, a renglón seguido, obliga al esposo a amar a la esposa, ¿qué más da quién esté sometido a quién? El amor no admite humillaciones, es más, el amor no necesita de la justicia... porque la engloba y rebosa. 

Y con la presunta agresión sexual en el matrimonio ocurre lo mismo. Manda el amor, que es entrega, que es donación. Por eso, la esposa trata de satisfacer, también sexualmente al esposo. Por amor, e igualmente por amor, el esposo debe ser generoso con los motivos de la sexualidad femenina y aguantarse cuando la mujer, a la que pertenece, de la que su cuerpo es propiedad, por una razón lógica, prefiere no convivir. Insisto, el amor es la regla primera y no se necesita ninguna otra.

Por tanto hablar de la violación en el matrimonio es un absurdo... aunque lo diga doña Julia, del Obispado de Madrid. Porque el consentimiento de ambos cónyuges se ha otorgado de una vez y para siempre.

Recuerden el consejo de San Juan Pablo II, el genio de la teología del cuerpo: sumisión recíproca.