Entre 1890 y 1930 en Estados Unidos surgió un movimiento social, producto de las tensiones de una sociedad marcada por el aumento de la inmigración, las crisis económicas y la falta de fondos para promover una sociedad más justa. Este movimiento fue conocido como la hobohemia. Se trataba principalmente de hombres -aunque también hubo mujeres-, que viajaban por el país como polizones en trenes, haciendo autostop o caminando de un lugar a otro. Los hobos no eran ni vagabundos ni mendigos, a quienes ellos mismos rechazaban. Se caracterizaban por una mentalidad anarquista y estaban influidos por ideologías de izquierda que, si bien fueron revolucionarias en su tiempo, nunca lograron un asiento significativo en la sociedad estadounidense.

Los hobos trabajaban solo lo necesario para ganar dinero y seguir su viaje, sin un destino claro, pero siempre en movimiento. Provenían, en su mayoría, de familias rotas o desestructuradas que buscaban una vida mejor o simplemente eran atraídos por el deseo de vivir sin las restricciones sociales o imposiciones legales o morales según sus criterios socio revolucionarios. No obstante, esto no significaba que todos ellos fuesen pobres o analfabetos. Entre los hobos también había médicos, abogados, ingenieros y personas adineradas, que compartían la filosofía anarquista de vivir en comunidad, sin jerarquías ni búsqueda de beneficios personales. Esta idea de comunidad llegó a tal punto que en 1900, en la Convención Nacional Hobo, Jeff Davis, fundó la universidad de hobos, que no era propiamente una institución formal en el sentido tradicional, sino un espacio donde los hobos compartían conocimientos y habilidades, de forma libre y sin jerarquías, siguiendo su filosofía de vida anarquista y comunitaria. Cualquiera podía asistir a clases y de la misma forma, cualquiera que supiera de algo era el profesor que enseñaba lo que sabían. Aquella iniciativa se convirtió en un espacio de aprendizaje único para miles de hobos, que quizá fuera la única enseñanza que recibieron en su vida.

Ben Reitman fue uno de los miembros más destacados del movimiento hobo. Le llamaban "El rey de los hobos" y, aunque no era pobre, se dedicó a trabajar como médico de trotamundos y prostitutas, muchas de ellas vinculadas a figuras como Al Capone. En 1937, escribió Boxcar Bertha (Pepitas de calabaza), una novela en primera persona narrada por una mujer protagonista que reflejaba las experiencias y trabajos de una mujer dentro del movimiento hobo. El libro es interesante, pero su principal objetivo era ofrecer una visión de ese movimiento que, de alguna forma, ha llegado hasta nuestros días en la figura de los nómadas del siglo XXI.

Los nómadas del siglo XXI es un movimiento que  lo conforman, como con los hobos, personas de todo tipo: pobres, ricos, intelectuales o profesionales manuales, que les une la idea de moverse por el mundo en furgoneta camperizada o camión, viven en sus medios de locomoción y comparte la okupaciónlegal, es decir la que se vive en Suiza o Alemania, no como en España que es un asalto a la propiedad privada en toda regla, una basura legal más que sostiene este gobierno cuya afición a la confusión y el choque entre españoles es su manera de mantenerse en el poder. Jessica Bruder, en su publicación País Nómada(Capitán Swing Libros), explica que, como antes los hobos, estos nuevos seres, ahogados por las hipotecas, debido a la Gran Recesión se han echado a la carretera en vehículos, remolques de viaje y furgonetas, formando una creciente comunidad de nómadas que recorren el país en busca de trabajos que no coticen, pero que resuelvan su vida.

Como decimos, en Europa también existe este movimiento nómada, pero en nuestro continente las condiciones de vida son más seguras y en este caso los nómadas europeos lo hacen más por la aventura que por una necesidad vital. Sí, la filosofía es muy hobo desde el punto de vista de trabajar lo justo para cotizar y vivir del seguro de desempleo lo más posible, cobrar los bonos sociales y cualquier otra subvención. Quieren ser de espíritu anarquista, pero se amoldan rápido a la hora de percibir las garantías económicas y/o de salud que ofrece la sociedad del bienestar.

Lo que ocurrió con los hobos en Estados Unidos fue una respuesta a la necesidad y las dificultades económicas. Sin embargo, en el contexto actual de Europa, y especialmente en España, donde las tasas de desempleo son alarmantemente altas, la situación es un síntoma más de una sociedad en decadencia. España lidera las tasas de paro juvenil, desempleo de larga duración y desempleo entre mayores de 50 años en la UE, además de tener un porcentaje considerable de universitarios desempleados. A esto se suma la mala calidad educativa, reflejada en los informes PISA del Ministerio de Educación, que agrava aún más el panorama. Y mientras los verdaderos problemas políticos y económicos siguen sin resolverse, el gobierno se enreda en leyes que parchean su situación de corrupción cada vez más incontenible.

Si no queremos que más generaciones de jóvenes valiosos desaprovechen sus potenciales, en dudosos movimientos nómadas que no producen y sí gastan desproporcionadamente, la responsabilidad de la educación, usurpada a los padres, con políticas erróneas, debe ser devuelta a las familias. La raíz está en el empeño por el igualitarismo escolar, que frena a quienes pueden avanzar más y frustra a quienes tienen más dificultades. Se obliga a la educación mixta y se estrangula a la diferenciada en la privada y, sin embargo, existen numerosos estudios que sugieren que la educación diferenciada hasta los 18 años mejora significativamente la calidad educativa y, por lo tanto, los rendimientos individuales de los alumnos. María Blanco, en su obra Guía para una educación diferenciad (Toro mítico), propone un método exitoso y adaptable a la educación heterogénea.