En Hispanidad les hemos hablado esta misma mañana de las Olimpiadas blasfemas de 'Lolito' Macron. No era necesario exhibir una Última Cena con transexuales pero se trataba de ofender a los católicos. Ante todo, se trataba de institucionalizar la ofensa: hacerla oficial, en la mismísima ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París 2024. 

Relacionado

La alternativa cultural para la regeneración moral y política de España, NEOS, se ha pronunciado al respecto, asegurando que el espectáculo con el que París inauguró el mayor acontecimiento deportivo del mundo "estuvo lleno de mensajes de ideología de género, provocaciones continuadas que incluían desde una apariencia de trío sexual, hasta una recreación con drag queens de «La Última Cena» de Leonardo da Vinci pasando por una Reina María Antonieta decapitada".

Para la plataforma liderada por Jaime Mayor Oreja la intención de los organizadores y del Gobierno francés es clara: "No se puede esconder la macabra voluntad de algunos de imponernos un nuevo orden social con la maravilla que significa el arranque de unos Juegos Olímpicos". A ojos de Neos se ha utilizado el evento y los Juegos Olímpicos "para tratar de introducir las bases de un orden social obsesionado con el desprecio a los fundamentos cristianos de nuestra sociedad no nos puede hacer cómplices con nuestro silencio de un espectáculo lamentable". "La Francia de Macron ayer expresó su triste realidad", sentencian.

Por otro lado, Abogados Cristianos ha decidido dirigirse al Comité Olímpico Internacional para "denunciar el grotesco espectáculo que tuvo lugar en la ceremonia inaugural", y ha organizado una petición de firmas para que el acto conlleve "sanción por mofarse de los cristianos".

"Los más grotescos espectáculos y la promoción de la ideología woke roban el protagonismo al talento y sacrificio de los deportistas". Además, añaden, que según la Carta Olímpica actual, no está permitida la discriminación por motivo de religión: No obstante, desde la propia organización se ha ridiculizado la fe de muchos de los atletas, profesionales involucrados en el desarrollo del evento, y por supuesto, de espectadores".

"No vamos a dejar que este insulto a los creyentes de todo el mundo quede sin respuesta" y "exigen una condena y sanción ejemplares para los organizadores", por lo que "elevarán a instancias europeas este ataque".

También ha mostrado su indignación hacia lo ocurrido el obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, se haya pronunciado al respecto durante la homilía de la misa dominical del pasado domingo, 28 de julio, en la Santa Iglesia Catedral. El prelado ha recordado que “las blasfemias y los ultrajes no terminaron cuando crucificaron a Jesús, sino que también continúan hoy, concretamente, en la inauguración de los Juegos Olímpicos se hizo de manera solemne y esplendorosa una blasfemia en contra de la Eucaristía”.

Y tenemos también al Obispo de Orihuela-Alicante, Jose Ignacio Munilla, quien primero ha analizado la imagen y ha sacado varias conclusiones, a cada cual más acertada:

1.- Nuestra cultura está dando sus últimos coletazos en medio de la decadencia woke...

2.- El islamismo fundamentalista se frota las manos viendo cómo nosotros mismos nos 'suicidamos' espiritual y físicamente...

3.- La conexión española con esta decadencia francesa la dejó patente el periodista de TVE1, quien en la retrasmisión televisiva dijo: «Este baile profundamente revolucionario, anticlerical, antipatriótico (...) es un homenaje que han querido hacer a la cultura francesa, a Belcebú, a la máscara de hierro, al fantasma de la ópera.»

4.- Otro signo de la conexión española con esta crisis de valores, es el anuncio de la derogación del delito por ofensa a los sentimientos religiosos e injurias al rey... (eso sí, que a nadie se le ocurra ofender ni injuriar a Macron y/o a Pedro Sánchez)

5.- Sin embargo, algunos olvidan que la última palabra no la tiene ningún tribunal humano, sino que la tiene Dios... de lo cual fue una metáfora el chaparrón con el que se deslució la fiesta...

Para después, ante el intento de negar lo ocurrido por los organizadores del espectáculo, también le han valido pocas palabras para demostrar la verdad.