El católico Biden, que comulga cuando le viene en gana, reparte artilugios abortivos para pobres en el tercer mundo.
Sin garantías sanitarias, cautelarmente pero eso, ¿a quién le importa si son miserables? Lo importante es que no se reproduzcan como conejos.
Lo curioso es que, al mismo tiempo, los obispos norteamericanos, por 222 votos frente a 8, han cedido ante el Vaticano y en su asamblea plenaria ni han mencionado la posibilidad de prohibir al presidente acercarse a la sagrada comunión.
Agradecido, el somnoliento Joe, que, aunque somnoliento tiene muy mala leche, se ha convertido en el principal activista de la matanza de inocentes en todo el mundo, preferentemente en el Tercer Mundo que, como digo, no hacen otra cosa más que parir.
Sí, el principal. Los chinos, siempre pendientes de la ley natural, se están volviendo antiabortistas. No por ética, naturalmente, no por convicciones morales, por supuesto. Lo que ocurre es que como llevan décadas practicando la homicida política de solo un hijo por pareja -a ser posible hijo, no hija- se enfrenta ahora a una sociedad envejecida, y temen el pago de las pensiones.
Y algo parecido ocurre en Rusia, donde la natalidad también está por los suelos. Sin embargo, miren por dónde, el Occidente cristiano se ha convertido en el gran Herodes del mundo.
Sin embargo, en el Occidente cristiano, España se ha inventado el derecho al aborto, secundado por otros países de la degenerada Unión Europea, mientras Johnson, el conservador británico, además entra en Babia en pleno discurso público.
Uno no diría que esto va bien.