Misa del peregrino, en la catedral de Santiago, en este año santo jacobeo de 2022. Los hechos que voy a narrar tuvieron lugar el sábado 26 de febrero. Oficia un alto cargo del cabildo. La iglesia rebosa de peregrinos. 

Llega el momento de la comunión: nuestro cura lanza un aviso, sin duda necesario, que seguramente dejó helados a alguno de los presentes. Advierte a todos los presentes que la forma consagrada no es un souvenir, "porque algunos me dicen que se la llevan para su madre o para un amigo enfermo" (sic). 

Vamos, que aprovechó para dar una necesaria catequesis, antes conocida para todos, hoy olvidada por casi todos, con aquello de las tres cosas necesarias para comulgar bien: estar en gracia de Dios, no haber comido una hora antes y saber a quién se recibe. Lo que dijo nuestro cura afectaba a la primera y a la tercera condición. 

Insisto: hay que volver a la comunión en la boca. Comulgar en la mano es darle una oportunidad a los profanadores

Ahora bien. Lo grave es que si el jerarca eclesiástico del templo se vio obligado a advertir que la forma consagrada, donde está la Santísima Trinidad, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad, no es un souvenir es porque... ya le ha sucedido antes que haya personas que acuden a misa o hacen el camino y piensan que la Hostia consagrada es un souvenir para llevarle a un amigo enfermo.

¿Y todo esto para qué? Pues para explicar que las personas que se acerquen a comulgar deben consumir la forma delante del sacerdote, más que nada para poder vigilar al satánico que se la mete en un bolsillo: ¡Cómo está el patio, serapio!

Eso sí, a renglón seguido, nuestro buen mosén, quizás para evitar la figura del cura antipático, estropea todo su parlamento anterior y les pide a los fieles, les obliga, a comulgar en la mano. Ya saben, para proteger la salud de los demás y eso.

Dicho sea de paso, que la comunión en la boca provoque covid y la comunión en la mano, no, es una solemne chorrada, lo mires por el punto de vista médico o científico. 

Pero aún resulta más contradictorio que nuestra elevada jerarquía de la Catedral santiaguina no repare en que, si quiere evitar profanaciones, ¿no sería mejor aconsejar que todo el mundo comulgar en la boca? Al mezclar la Hostia con saliva, apenas se puede hacer otra cosa que consumirla, todo un escudo contra profanadores.  

Hay que volver a comulgar en la boca, con Covid o sin Covid. Además, comulgar en la mano es un derecho, no un deber, y quien elige cómo comulga es el feligrés, no el sacerdote.