Todo lo que yo les cuente tendrá menos fuerza que este vídeo. Qué extraño: unos perfectos demócratas, de la muy liberal ideología de género, pretenden profanar una iglesia católica. Jóvenes cristianos se lo impiden, colocándose entre ellos y su objetivo, sin mover un dedo para defenderse pero defendiendo a Cristo.
Mientras, los progres, siempre fuertes con el débil y débil con el fuerte (o con el que se muestra débil aunque no lo sea), se ensañan con ellos. Les insultan, pintan la fachada del templo, les pintas a ellos signos feministas -ya saben, los nunca logrados derechos de la mujer- y les sueltan supongo que las lindezas al uso cuando se pretende humillar al vecino, sobre todo a aquel que sabes que no se va a defender.
Los jóvenes católicos de Querétaro ni se inmutan. Practican la valentía suprema del antes morir que matar y permanecen impertérritos en defensa del Santísimo y al modo del Santísimo: el Todopoderoso se anonada y se muestra inerme.
¿Qué quieren que les diga? Admiro a estos valientes porque yo soy mucho más cobarde. A mí me pinta un imbécil, o imbécila o imbécile, la pechera o el bajo vientre con un spray y le arreo tal puntapié en las posaderas -las delanteras o las traseras, que en algunos tanto se parecen- o le suelto una bofetada que encima calificaría de santa bofetada. Algo muy feo, lo sé. Pero insisto: yo no soy tan valiente como estos héroes de Querétaro.
Y todo esto significa que la persecución a los cristianos ya ha comenzado, también en Occidente, porque México, aunque López Obrador se empeñe en demostrar lo contrario, forma parte de la civilización cristiana, forma parte de la civilización occidental. La persecución física -la intelectual hace tiempo que se inició y se propagó- en Occidente, aún guardaba las formas propias de la democracia: blasfemar bien, insultar mejor, ofender siempre, pero la violencia física: eso todavía suponía una frontera.
Y ocurrió en México, donde ya hemos olvidado a los cristeros asesinados por los masones en una de las persecuciones más cruentas de la era moderna.
En cualquier caso, ¡enhorabuena valientes de Querétaro!, me descubro ante vosotros: odio sufrieron los que sin odio murieron. En este caso no ha habido muertos pero tranquilos, todo llegará.
Y la regla seguirá siendo la de los grandes héroes: antes morir que matar y si hubiera que matar, sin odio. Servidor, al menos por ahora, carece de esa valentía.