Acteón, como ya saben ustedes, era aquel cazador mitológico que recorría el bosque con su reala en busca de una gran pieza que llevar a las despensas de palacio. Ávido de caza, más allá de las lindes del bosque, se topó con un hermoso lago de aguas cristalinas y puras, donde Diana estaba bañando su desnudez virginal. La escena subyugó a Acteón de tal forma, que por su instinto acechador, le llevó a querer poseerla. Diana, al verse observada más allá de la belleza pura, decidió castigar con una flecha de su arco al intrépido Acteón, dejándole mudo con el fin de que no pudiera contar a nadie lo que vio, y en caso contrario, es decir, si llegara a hablar, se convertiría en ciervo, la presa favorita del cazador. Acteón, rodeado de sus perros, les gritó ordenándoles que no permitieran que Diana pudiera huir. En aquel momento, se convirtió en ciervo y sus perros, fieles, acostumbrados a cazar a pieza vista, no reconocieron a su amo y le cercaron devorándole.
Pedro Sánchez, un Acteón embelesado por Diana -es decir, por el poder-, embrutecido por ella y guiado por la lujuria que determina las ambiciones más bajas de la humanidad
La política española pasa por sus momentos mitológicos más tenebrosos. Siempre entre el drama, la tragedia y el castigo de los dioses, implacables con los defectos que hacen del ser humano algo indigno de alcanzar el Olimpo. Así ocurre con Pedro Sánchez, un Acteón embelesado por Diana -es decir, por el poder-, embrutecido por ella y guiado por la lujuria que determina las ambiciones más bajas de la humanidad. Un cazador rodeado de perros que siguen a su amo porque les atan los mismos objetivos. Personas en partidos políticos dispuestos a dar caza a la presa, con el mismo oportunismo animal que caracteriza a la naturaleza salvaje.
Nuestro Acteón, enmudecido ante el miedo que le proporciona perder los brillos de la gloria, calla mientras los perros olfatean, rastrean qué llevarse a la boca, ladran, jadean a su alrededor. Sánchez está neutralizado, ni dice lo que desea decir, ni hace lo que le gustaría. Sólo algunos aspavientos que quedan a la libre interpretación del espectador. El poder, Diana, sabe que le tiene sujeto por donde más le duele.
Le acucian sus perros falderos. Las tretas de los estados de alarma se le han vuelto en contra. Los perros independentistas sonríen con malignidad porque saben que Acteón no puede negarse a sus caprichos y amenazan con mearse en la moqueta de palacio dando un no a los Presupuestos; los podemitas le atrincheran y se ve obligado a conceder un sillón en el CGPJ que dé amparo a las causas moradas de corrupción; Yolanda Díaz y Nadia Calviño se enfrascan en las refriegas por ver quién gana las gracias del macho alfa; y Alberto Rodríguez, el perro capricho de lanas, se enrabieta porque le han dejado sin pesebre y se revuelve contra la presidente del Congreso, Meritxell Batet, y la quiere hacer dimitir. Y el perro más perro de todos, a uno que llaman Otegui, al que llevan adornado de una poderosa carlanca, espera sonriente mientras se le espuma la dentada, al ver cómo Acteón firma sus pretensiones sin decir ni pío para alcanzar sus presupuestos.
Todos ladran y gritan, mientras Acteón calla. Va y viene, trata de esquivar las flechas de los hombres de negro, mientras que las instituciones nacionales y europeas desdicen una y otra vez los optimistas análisis económicos de su gobierno… Con Zapatero aprendimos que los brotes verdes en realidad fueron mohos que se arrinconaban a causa de la sucia humedad que procura la incapacidad para resolver los verdaderos problemas de los españoles. Y con Pedro Sánchez, ¿qué clase magistral recibiremos?
Con Zapatero aprendimos que los brotes verdes en realidad fueron mohos que se arrinconaban a causa de la sucia humedad que procura la incapacidad para resolver los verdaderos problemas de los españoles. Y con Pedro Sánchez, ¿qué clase magistral recibiremos?
La mitología siempre es una fuente de sabiduría porque procede de la propia experiencia de la vida del ser humano sin que importe demasiado la época en la que se escribiera. Por eso sabemos que tarde o temprano no podrá resistir volver a desdecirse. Inventar una verdad de sus mentiras es una astucia que nunca sale bien, porque de nada malo puede hacerse algo bueno. Sus perros le devorarán sin piedad al igual a como actúan siempre con los que llegaron a desear encamarse con Diana. Saben que terminan callando sus bravuconadas en esta España corrompida por los políticos sin moral y una política sin ética, sujeta solo a los intereses personales que roban la paz al pueblo y sustraen al bien común.
Mitología clásica (Almuzara) de Mario Agudo Villanueva. No podemos pasar este artículo sin hacer una referencia a uno de los libros más recientes sobre la mitología clásica, como se titula la obra, donde el autor hace una referencia a mucha de ella con un refrendo de actualidad que vitaliza con fuerza los días de hoy y donde con guiños acertados nos hace ver que la mitología no pasa de moda y que lo clásico nunca muere.
El patriota y otros ensayos (El Buey Mudo) de Samuel Johnson. Este crítico literario, cuyo éxito estaba en su base intelectual como poeta, ensayista, biógrafo, lexicógrafo, era también articulista y su triunfo como tal era precisamente los escritos sobre la ética moral de los políticos y la sociedad. Este libro recoge sus artículos más renombrados y que desgraciadamente siguen tan al día como cuando los escribió.
La decadencia de las columnas jónicas (Sekotia) de José Antonio Fortea. Desde un prisma constructivo y aportando bastante luz a los problemas que se suceden en política, quizá porque el sistema con el que trabajamos propicia toda esta problemática actual que no se soluciona porque funciona en un círculo cerrado que nadie quiere romper, el padre Fortea hace un ejercicio de construcción en base a los estructuras arquitectónicas clásicas para volver no al pasado, si no a la reflexión de los hechos, precisamente de lo que carecen estos tiempos manipuladores.