No hace ni una década que el sacerdote José Pedro Manglano puso en marcha Hakuna y ya son muchos los seguidores jóvenes que tiene en España y fuera de nuestras fronteras. La doctrina de esta iniciativa pastoral queda expuesta en una serie de libros de Manglano, que se anuncian en la página de Hakuna. Por motivos de mercadotecnia tienen unos títulos un tanto peculiares. Y en alguno de estos títulos al tradicional dicho popular de que “para gustos los colores”, habría que añadir también “los olores”. Pero lo importante no es que nos fijemos en cómo se venden, sino que sepamos qué venden, en qué consiste la doctrina que José Pedro Manglano predica a sus jóvenes seguidores.
Yo no soy teólogo y por lo tanto sería improcedente que emitiera un juicio. Pero he leído un par de recensiones amplias de dos libros de José Pedro Manglano, que en total suman noventa páginas, escritas por uno de los teólogos más prestigiosos que hay actualmente en España. Es un sacerdote de Toledo llamado Eduardo Vadillo con un curriculum impresionante, como yo he visto pocos: catedrático de Teología en el Instituto San Ildefonso de Toledo; con dos doctorados, uno en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y el segundo doctorado en el Instituto Patrístico Agustinianum de Roma; con una actividad docente fecundísima y con tal número de publicaciones que anuncian que, además de una cabeza privilegiada, Eduardo Vadillo es un trabajador incansable. Y por lo que nos interesa para este tema, decir que entre los años 2005 al 2017 fue el teólogo asesor de la comisión de Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española.
"Las cervezas después de la adoración son casi tan importantes como la hora de adoración […] después de estar arrodillados ante Cristo hostia, llega el momento de seguir arrodillados ante Cristo en el hermano". ¡Menuda horterada!
Las dos recensiones de Eduardo Vadillo se refieren a estos dos libros de José Pedro Manglano: El abrazo y Santos de carne. Por una elemental prudencia para calibrar la ortodoxia doctrinal de Hakuna aconsejo su lectura -se pueden descargar en este enlace- tanto a los que acuden a sus reuniones, como a los familiares o educadores de los jóvenes de Hakuna. Comprendo que casi cien páginas son muchas. Por eso, a continuación, para divulgar el contenido de este dictamen teológico voy a transcribir algunos de los párrafos escritos por Eduardo Vadillo. Los párrafos van entre comillas y dentro de ellos, en cursiva, los textos de Manglano citados por Eduardo Vadillo.
“La perspectiva que defiende el autor no es una condescendencia, sino vivir en plenitud y dando plenitud a lo real. Cristo ha venido a dar plenitud a la diversión, al placer, y así se camina a una encarnación total de la fe, sin tener que elegir entre el mundo o Dios. Por eso el seguidor de Cristo es el que más disfruta de las cosas […] Posteriormente, dedica un apartado a poner ejemplos del grupo Hakuna, en el que aparece gente que ya no se encuentra en la disyuntiva entre el ser cristiano y las diversiones del mundo”.
Ahora bien, "parece que toda esta argumentación se dirige al disfrute de lo material, sin darse cuenta de que el verdadero deleite, en el que podemos disfrutar de verdad, pues nos detenemos en él sin problemas, es el deleite espiritual que viene de los dones sobrenaturales de Dios. Precisamente esa vivencia con frecuencia es obstaculizada por el excesivo apego a lo material, y de ahí las múltiples advertencias en la escritura sobre no seguir los deseos carnales (1 Pe 2,11), y no porque lo material fuera malo, sino porque ese deseo apartaba de lo espiritual; de hecho, San Agustín explicaba que al crecer los deseos espirituales disminuyen los carnales (Enarrationes 118, 20, 3). Por eso, las invitaciones a la sobriedad e incluso a la pobreza en el uso de las criaturas. Si se confunden lo material, lo espiritual y lo divino obviamente ya no hay problema, pero esa es la justificación que se requiere para el planteamiento de Manglano que no deja de recordarnos a un cierto de tipo de epicureísmo más o menos bautizado”.
Continúa Vadillo:
“Llama la atención el uso tan escaso y superficial de la Sagrada Escritura en una obra que pretende nada menos, que hacer frente a un esquema por el que nos hemos alejado de la propuesta de Cristo. Para la idea fundamental de eliminar la diferencia entre lo sagrado y lo profano obviamente no puede encontrar ningún texto bíblico que lo defienda […] Es más inaceptable que incluso cite mal las escasas referencias bíblicas que aporta, como atribuir el Sal 2,7 al momento del Bautismo del Señor descrito en Mt 3, 16-17, cuando claramente no aparece ahí, sino que más bien los autores sagrados lo relacionan con la Resurrección (Hch 13, 33; Hb 5, 5) […] También es llamativo desde el punto de vista bíblico la ausencia de textos en los que se previene respecto a los deseos carnales (Rom 8,13; 1 Pe 2,11), la maldad del mundo y la concupiscencia (1 Jn 2, 15-16), que ciertamente no son advertencias que procedan del maniqueísmo, sino de la prudencia cristiana más elemental. Brillan por su ausencia las invitaciones del Señor a dejar los bienes materiales para seguirle, o el peligro de apegarse a las riquezas (Mt 19, 21-26)”.
“También es coherente con la falta de distinción entre Dios y el mundo la afirmación sobre la situación de pecado de una persona que vive en lo que el autor llama el abrazo. Dice explícitamente que sin ese abrazo no hay vida cristiana, pero lo define como un estar, permanecer, vivir, reír, sufrir, aburrirse, disfrutar, pecar, llorar, ahí dentro […] me sé querido, abrazado incluso en mi pecado. Esto no entendemos cómo puede ser compatible con que Cristo ha venido a quitar el pecado del mundo, o que quien peca se aleja de la luz, o las claras explicaciones en Trento cuando se habla de la necesidad de detestar el pecado para obtener la justificación”.
“Otra de las afirmaciones que suscitan más extrañeza es lo referente a la eucaristía, pues explica que las cervezas de después de la adoración son casi tan importantes como la hora de adoración […] después de estar arrodillados ante Cristo hostia, llega el momento de seguir arrodillados ante Cristo en el hermano. No es aceptable esa reducción de la presencia eucarística, como ya explicó con claridad Pablo VI, pues en la eucaristía nos encontramos ante una presencia única y sustancial”.
“La afirmación sobre la Virgen María como presumida, tomada de su libro Santos de copas es cuando menos lamentable. Las definiciones que ofrece la RAE «vano, jactancioso, orgulloso, que tiene alto concepto de sí mismo» y «dicho de una persona: que se compone o arregla mucho» no se ve como se pueden aplicar a la Madre de Dios. Por supuesto que cabe virtud en el campo del ornato, pero el matiz negativo en castellano se suele extender a ambas acepciones. La plenitud de gracia no es compatible con un desorden en este campo”.
“Cuando se leen las páginas de El abrazo, a la luz de la historia de la teología, no pueden dejar de venir a la mente los intentos de los moralistas y confesores ‘probabilistas’ del siglo XVII. Aquella operación, retratada de manera inmortal por Pascal en las Provinciales, retorció todo lo que pudo la enseñanza moral para justificar placeres y excesos de personas de alta condición social. Este intento desfiguró completamente la noción de moral, y la redujo a un mero recurso para discernir lo lícito de lo ilícito, tratando de contemporizar con los deseos de la clientela espiritual para no perderla. En el contexto presente, con la excusa de una supuesta espiritualización excesiva, que puede haberse dado, se dejan de lado multitud de enseñanzas de la Revelación, y lo más grave, subyace una manera errónea de plantear la distinción entre Dios y el mundo para poder superar la diferencia sagrado/profano y naturaleza/gracia”.
A guisa de conclusión: ahora ya no habla el teólogo Vadillo sino el periodista Eulogio López: don José Pedro Manglano, en el mejor de los casos es usted un pelín hortera. En el peor, irreverente.
Tres apostillas:
1.La alegría es un árbol que tiene sus raíces en forma de cruz y, lo que es peor, Epicuro siempre choca con la triste realidad del "ansia siempre creciente de un placer siempre decreciente".
2.La liturgia no es solemne por el Dios perfecto sino por el hombre imperfecto. El protocolo no se inventó para que el hombre entendiera las cosas sino para que las comprendiera y las valorara.
3.Quizás la más importante: no es el Creador quien tiene que acercarse a la criatura, porque el Creador es inamovible. Es la criatura la que tiene que volver a Dios. Por tanto, sí, hay que elegir entre el mundo y Dios: divinizar el mundo, no mundanizar la Iglesia.