Cada vez que hablo de la blasfemia contra el Espíritu Santo recibo algún comentario de algún lector que, más que crítica, es interrogante: pero, ¿de qué está usted hablando? Así que me toca explicarme, supongo. Digo que vivimos, en 2023, en la era de la blasfemia contra el Espíritu Santo y no está del todo mal saber en qué tiempo nos ha tocado vivir, ¡oh sí! Preámbulo: si hay un sólo Dios, ¿por qué había de haber tres personas distintas en una única naturaleza? ¿Para qué necesitaba Jesucristo de la Santísima Trinidad? Sin embargo, una de las constantes de Jesús de Nazaret en el Evangelio consiste precisamente en eso, en explicar a sus apóstoles la relación entre Dios Padre y Dios Hijo (por cierto, en la Eucaristía están las tres personas, no una sola) y cómo se entrecruza el Espíritu de Dios con el Padre y el Hijo, tras la Resurrección. Es más, parece como si el relato evangélico no culminara en la Ascensión -jueves 18 de mayo-, sino en la Venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles -Pentecostés-. Es decir, que la cosa tiene su enjundia. La naturaleza -un sólo Dios- responde a la pregunta '¿qué es?'; la persona -Padre, Hijo y Espíritu Santo- responde a la pregunta: '¿quién es?'. Yo mismo, soy un hombre, Eulogio López, y poseo una única naturaleza humana. En el caso de Dios, una misma naturaleza es poseída por tres personas distintas y en su totalidad. Pues bien, el 28 de mayo de 2023 celebramos la gran fiesta del Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, que vino sobre los apóstoles una vez que el Hijo había dejado el mundo.
Al crear al hombre libre, Dios se ató las manos: Cristo perdona siempre pero no a aquel que no se arrepiente. No puede hacerlo, porque el perdón es para quien lo pide
El porqué de la Trinidad, claro está, estriba en que Dios es amor. El amor es donación de uno mismo y entrega al otro. Y la diferencia entre el amor erótico -por eso constituye la base de la literatura y hasta de la historia- consiste en que no sólo se entrega el alma, sino también el cuerpo. Ahora bien, en Dios, la razón de un sólo Dios en tres personas distintas es para introducir la cuestión del amor en el centro mismo de esa misma única naturaleza divina: se ama al otro, cuando menos como a uno mismo.
Pero a lo que estamos, Camila, que se nos va la tarde. Digo que la Fiesta de Pentecostés cobra en el siglo XXI una esperanza inusitada porque el terrible tiempo actual se caracteriza, no por el relativismo, como el siglo XX, sino por la Blasfemia contra el Espíritu Santo, ese pecado que "no se perdonará ni en este siglo ni en el venidero". En el siglo XX el hombre necio decía: nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira.
En el siglo XXI el hombre necio supera el relativismo pero sólo para caer en algo peor: para asegurar que el mal es el bien y el bien es mal. Es la inversión de valores más grave y más grande de toda la historia, que seguramente exigirá una nueva Jerusalén.
¿Verdad que el tiempo actual se puede identificar con esa expresión tan oída del "yo no me arrepiento de nada"? Pues esa es la blasfemia contra el Espíritu Santo
Siempre pongo el mismo ejemplo porque es el más evidente, pero les prometo que se pueden poner muchos más: en el siglo XX los progres, es decir, los enemigos de los cristianos, el Nuevo Orden Mundial (NOM), si lo prefieren, postulaban la despenalización del aborto. En el siglo XXI, el relativismo se ha trocado en blasfemia contra el Espíritu Santo y ahora hablamos de "derecho al aborto". Es decir, que una madre mate a su propio hijo en su propio seno ya no es el producto de una situación límite de miseria material o moral, de violación o de peligro que no debe terminar con el sujeto agente entre rejas aunque todos coincidamos en que la muerte del ser más inocente y más indefenso es una barbaridad, sino que esa barbaridad ha sido elevada al grado sumo de derecho, algo que hago porque me viene en gana... y hago muy requetebién.
Entonces, ¿estamos en una etapa fin de ciclo? Yo creo que sí, pero no por ninguna investigación profunda sobre el Apocalipsis, ni por el análisis concienzudo -soy incapaz de ello- del capítulo 24 de San Mateo o del 13 de San Marcos. No, simplemente porque hemos entrado en los tiempos de la blasfemia contra el Espíritu Santo y ese pecado resulta una verdadero callejón sin salida.
Es el pecado contra el verdadero Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, y Cristo habla de ello justo cuando los fariseos acaban de acusarle de expulsar demonios por el poder de Belcebú, príncipe de los demonios. En definitiva, estaban llamando demonio al Hijo de Dios,... estaban llamando mal al bien, mentira a la verdad... Dios es amor y le estaban llamando demonio. Estaban blasfemando contra el Espíritu de Dios: no hay perdón posible.
Uno puede trasgredir todas las normas, pero no cambiar las normas, al menos, no puede cambiar la Ley Natural
Al crear al hombre libre, Dios se ató las manos: Cristo perdona siempre pero no a aquel que no se arrepiente. No puede hacerlo, porque el perdón es para quien lo pide. El perdón sin arrepentimiento no tiene valor ni sentido alguno. Abortar es un pecado tremendo, pero perdonable, como todo homicidio, proclamar el derecho al aborto es más que un pecado: supone blasfemar contra el Espíritu.
¿Verdad que el tiempo actual se puede identificar con esa expresión tan escuchada del "yo no me arrepiento de nada"? Pues esa es la blasfemia contra el Espíritu Santo, el más grave de todos los pecados, ergo, el más grave de todos los delitos.
Domingo 28 de mayo, Pentecostés, efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles, la sociedad actual está tan degenerada que a lo mejor ni se entera de cuando blasfema contra el Espíritu. Deberíamos recordar que todos los pecados le serán perdonados al hombre pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero. Uno puede trasgredir todas las normas, pero no cambiar las normas, al menos, no puede cambiar la Ley Natural.