Vivimos en una sociedad hiperburocratizada. Todo requiere licencias, permisos, documentación y a veces hasta con tres copias. Cada movimiento que hacemos supone dar cuenta de todo: para qué, por qué, dónde, con quién, con cuánto dinero cuentas, en qué fecha será lo que deseas... Y luego las listas de espera, que sólo nos quejamos de la sanidad, pero no son exclusivas: tráfico, hacienda, ayuntamientos, justicia, etc. Un mundo complicado donde además contamos con herramientas eficacísimas, como es Internet, la virtualidad de las nubes, cuyo papeleo podría ser digital ahorrándonos miles de toneladas de árboles, que llorarían los ecologistas.

A esto le añadimos las conexiones intrafamilares y sociales con las redes sociales de las que he hablado recientemente y que, como decía, deberíamos romper al menos en vacaciones y recuperar el cara a cara, educar el tono de voz, saber dar las gracias con la mirada y pedir perdón con un abrazo. Somos pragmáticos y tenemos siempre tanta prisa que nos sentimos incapaces. Esperamos a que las gracias se den por supuesto y el perdón lo arregle el tiempo. Decididamente no sabemos lo que estamos haciendo y lo que estamos sembrando... ¿Buen trigo o cizaña?

“No vale cualquier clase de oración, porque algunas oraciones son pura superstición, no se distinguen de comprar un billete de lotería" 

Y la relación con Dios, ¡es tan sencilla! que solo exige un condicionante: silencio para escucharle y no oírnos solo a nosotros. La falta de silencio nos aleja de Dios, de la conciencia, de las preguntas que surgen desde dentro sobre nuestra vida personal o en relación con los demás. Muchos son los que no esperan escuchar a Dios, sobre todo porque da miedo el compromiso. Prefieren hacer como los niños cuando se tapan los oídos y canta a gritos una canción para no escuchar. Los auriculares todo el día puestos, las tiendas con música no te permiten pensar, los bares, los supermercados... Solo nos permite actuar al primer impulso. Y en casa... ¿Por qué la televisión está puesta mientras comemos, haciendo ruido e interrumpiendo la atención de quien habla?

¿Cómo somos respecto a nuestra relación con Dios? Requiem por Nagasaki  es una novela escrita por Paul Glynn, basada en la biografía de Takashi Nagai, el doctor en radiología, que siendo ateo se convirtió al catolicismo,  y le tocó vivir de cerca la bomba atómica de Nagasaki. Vivió su enfermedad escribiendo y charlando con muchos que se acercaron a él preguntándole dudas de fe o simplemente por admiración, hasta su muerte. Precisamente Paul Glynn , sobre la relación con Dios, lo decía con mucha gracia y claridad: No vale cualquier clase de oración, porque algunas oraciones son pura superstición, no se distinguen de comprar un billete de lotería. El autor hace una relación de la biografía de Takashi Nagai, de su conversión y el régimen de vida que le llevó hasta su muerte. También hace una exposición de las circunstancias históricas y sociales del momento que ayudan y en mucho, a comprender mejor al personaje.

También tenemos a los de santa Bárbara, que solo se acuerdan de Él cuando las cosas van mal 

Pero, además de los que juegan a la ruleta de la fortuna con Dios, pensando en que es Dios quien debe estar atento de él, que para eso es "infinitamente bueno..." y el "Padre nuestro..." o "si me ha creado que me atienda", también están aquellos que buscan la oportunidad para romper con Él con una buena excusa para tirar la conciencia por la borda y hacer lo que le dé la gana. Son aquellos que "le pedí a Dios que no muriese mi padre y no me hizo caso" o "si Dios fuese bueno, o real, no permitiría cosas malas en la tierra". Son los que se olvidan de que los responsables de nuestros actos somos nosotros, que los padres, las madres y seres queridos mueren, y que muchas de las cosas malas que suceden en la tierra son a pesar de Dios, porque casi siempre proceden de los actos o las omisiones de muchos seres humanos.

También tenemos a los de santa Bárbara, que solo se acuerdan de Él cuando las cosas van mal. Recordarán el clásico cuento de un piadoso marido que fue a rogar a la Virgen por la curación de su mujer y a cambio le ofreció un corazón de oro, pero en la medida en que la mujer se restablecía, iba rebajando su donación del corazón: a plata, bronce, hojalata y por fin a nada, y a cada rebaja lo justificaba de una manera u otra.

El juicio divino no es solo para los ricos, los guapos y los listos. Todos tenemos un plan de Dios para cada uno y de ese proyecto deberemos dar cuenta

Por último y citando de nuevo a Nagai, seamos más realistas con nosotros mismos... "que vuestro solitario camino es precisamente lo que Dios, en su Providencia, ha elegido especialmente para vosotros... y preguntadle a menudo: ¿cómo puedo utilizar esto para Tu gloria?". Y más adelante da un aviso del que ninguno podemos escapar: "Los pobres y los de poca inteligencia también tendrán que responder a esto: si eligieron ignorar o no los dones que se les dieron". El juicio divino no es solo para los ricos, los guapos y los listos. Todos tenemos un plan de Dios para cada uno y de ese proyecto deberemos dar cuentas.

Memoria honrosa de un Caballero ( Real Oratorio Caballero de Gracia) varios autores. Biografía contada a varias voces del que fundó un oratorio que pertenece a la Real, Antigua y Venerable Congregación de Indignos Esclavos del Santísimo Sacramento dedicado a la adoración eucarística permanente. Un personaje casi desconocido para la mayoría de los católicos que sin embargo está bien representado en el epicentro de Madrid, en la mismísima Gran Vía, en el oratorio que fundara en 1654. Una buena historia y muy bien documentada.

El Viejo Trueno (Palabra) Josehp Pearce. Biografía de Hilaire Belloc, uno de los escritores ingleses más prolíficos e importantes del siglo XX al que se le apodó desde siempre: "Viejo Trueno". Un relato largo de 348 páginas que lleva sobre el papel la relación de amistad con G. K. Chesterton, al que por cierto llevó hasta convertirse al catolicismo. Sus amoríos tanto con una novia como por el paso de un convento... Interesante biografía que merece la pena.

Te encontré en los silencios (Sekotia) Pepita da Silva Martín. Si hablar con Dios y pedir, la oración que más nos conecta con Él, es hacerlo de una forma elevada como con la poesía. En este sencillo poemario donde la autora intercala reflexiones en prosa a la luz de sus poemas, es un modo posiblemente muy eficaz para cuando el orante anda seco. El lector se sorprenderá.