Cristina Martin explicaba en Hispanidad, mejor que bien, la novedad de un Netflix, la plataforma de teleseries -el medio cultural más influyente ahora mismo, generalmente para mal, el teatro del siglo XXI- que, a partir de ahora, no se conformará con hacer 'televisión de pago' sino que ofrecerá un paquete más barato de sus maravillosísimas creaciones... financiado con publicidad.
Es decir que, tras el hachazo de Google a la prensa libre, a la que ha privado de entre un 40 y un 80% de sus ingresos publicitarios, depende de cada país, ahora tenemos a los de la televisión de pago, los de ficción, asestando otro golpe mortal a los ingresos publicitarios, soporte de la libertad de información en el mundo.
Estoy seguro de que la opción de los ultracapitalistas ateos de Netflix agradará mucho, por ejemplo, al Sanchismo que pretende que todos los medios sean estatales, o sea, gubernamentales, o sea, de su propiedad y su manipulación interesada. Para ello, nada mejor que asfixiar económicamente a los medios.
Recuerden que Reed Hastings, el hombre de Netflix, es un activista blasfemo y ensoberbecido, que incluso se permite el lujo de chantajear a parlamentos democráticos, por ejemplo al de Georgia, con retirar sus estudios, con miles de trabajadores, de su Estado si aprueba leyes provida. ¡Toma ya!
No es de extrañar que Elon Musk acuse a Netflix de WOKE y lance un opa contra otros censores, los de Twitter.
Veamos: en el mundo audiovisual, en Internet, en la sociedad de la información, se había establecido una especie de consenso: la ficción era de pago y la información era gratuita, financiada por publicidad. A partir de ahora, la prensa libre recibe el doble ataque de Google, el más tremendo de todos, acompañado por las redes sociales Facebook, Twitter, etc y por los verificadores, todos ello convertidos en parásitos, ladrones y censores de la prensa libre y ahora, encima, la blasfema Netflix quiere arrebatarle más publicidad a esa prensa libre.
¿Y por qué? Pues porque Netflix es un negocio de lo más anglosajón, es decir, especulativo. Pierde dinero desde que nació pero su financiación corre a cargo de un mercado bursátil que le compra expectativas. Y así, cuanto más dinero perdía más valía en bolsa. Pero claro, otros muchos (Disney, Amazon, etc) se han sumado al juego y entonces resulta que el chollo deja de ser chollo.
Además, en cuanto viene una guerra o una pandemia los mercados se acoquinan y dejar de jugar a la ruleta rusa.
En definitiva, el buscador Google y ahora las plataforma de pago se están cargando la prensa libre, que no encuentra manera alguna de ser rentable.
Y lo peor es que Google, el que decide que se lee y lo qué no se lee, y Netflix, el que nos dice cómo debemos pensar, son dos adalides del Nuevo Orden Mundial (NOM) es decir, de los políticamente correcto. Hoy, lo políticamente correcto es la cristianofobia, en su modalidad de ideología de género.