Comenzamos esta crónica semanal sobre cristianos perseguidos en Honduras, donde un párroco impidió la profanacion de la Eucaristñia al percatarse de que una persona que había comulgado se llevaba la Sagrada Forma. El cura, Nery Adalberto Gómez Pérez, párroco de San Marcos Evangelista en Ocotepeque, requirió al hombre para que la devolviese, cosa que éste hizo, relata Aciprensa. En cualquier caso, este suceso hay que enmarcarlo en el aumento creciente de las profanaciones de las sagradas formas, muchas veces con intenciones satanistas, para luego ser utilizadas en misas negras. 

(Un convento de Salesianas, atacado en Sudán del Sur. Foto: ACN)

Seguimos en Sudán del Sur, donde prosiguen los ataques contra los cristianos y sus lugares de culto. El último se produjo contra la parroquia de Santa María Auxiliadora en Tombura. Eduardo Hiiboro Kussala, obispo de la diócesis de Tombura-Yambio, lo contó a la agencia Fides: “Unos individuos armados abrieron fuego indiscriminadamente (…), matando trágicamente al señor Undo e hiriendo gravemente a una mujer”.

Y prosiguió: “Los ataques contra lugares sagrados son una afrenta a la humanidad y una violación de la dignidad humana. Una iglesia, una mezquita, un hospital, una escuela y una embajada son lugares sagrados, lugares de refugio, paz y seguridad. Son espacios diseñados para proteger a los inocentes, no para convertirse en objetivos de la violencia”.

“El mismo día de este atentado, con el cardenal Gabriel Zubeir Wako (arzobispo emérito de Jartum y primer cardenal sudanés) celebramos la Santa Misa en la parroquia, expresando nuestra solidaridad con los desplazados. El cardenal subrayó el carácter sagrado de la vida humana y la necesidad de paz. Instó a la gente a abstenerse del odio, la violencia y la división, y a abrazar el perdón y la reconciliación: "Invité al cardenal Zubeir a bendecir nuestra diócesis, especialmente Tombura, y a pedir el fin de la violencia comunal”, explica el obispo.

(Un cristiano en Egipto)

Nuestro siguiente destino es Egipto, donde una adolescente cristiana de 14 años sufrió humillaciones en una escuela pública, relata Puertas Abiertas.

En esa escuela, el porcentaje de alumnos cristianos era escaso, el 3% -frente al restante 97% de musulmanes-, y se les distinguía fácilmente por sus nombres y por sus tatuajes de cruces en las muñecas que llevan desde que son niños.

Por esa razón, por ser cristiana, sufrió acoso y persecución por parte de sus compañeros y profesores musulmanes radicales. Así lo cuenta ella: “Yo era la única cristiana en mi clase; todas las niñas usaban vestimenta islámica. La mayoría de los profesores eran extremistas que, aparentemente, odiaban a los cristianos. Mis compañeros me ridiculizaban. Me herían con miradas severas y acoso verbal. Un profesor me insultó frente a todos y me intimidó para que usara el velo. Por eso, me aislé, tratando de evitar problemas”.

Tras una denuncia de sus padres, el colegio actuó. Además, recibió ayuda psicológica de la iglesia. Poco a poco, ella fue recuperando la autoestima robada y se unió a un grupo cristiano en la iglesia local. “Sentí que era capaz de enfrentar situaciones difíciles y estaba más fuerte”, dijo.

(Asia Bibi, la madre cristiana acusada falsamente de blasfemia en Pakiatán)

Nos vamos ahora a Pakistán, para recoger la historia de Shagufta Kausar, una cristiana condenada a muerte por falsa “blasfemia”. Ella relató su vida en la revista católica italiana Tempi, y fue recogida por Religión en Libertad.

Ella y su marido fueron acusados de falsa blasfemia, un delito castigado con la pena de muerte en ese país. Ella, su marido y sus hijos fueron detenidos. Durante su detención, el marido sufrió torturas físicas por parte de la policía: fue colgado boca a abajo y golpeado, mientras su familia era obligada a mirar. Era la manera de presionarles para culpabilizarse por unos hechos que ellos no habían cometido. Su familia extensa también fue perseguida.

Mientras permanecía en prisión, Shagufta Kausar, coincidió en la celda de al lado con Asia Bibi, con la que pudo charlar en ocasiones. Un día, en su desesperación, se dirigió a Jesús. Y en ese momento vio una imagen de Él en la cruz, que le recordó la esperanza. Poco después, un médico fue a visitarla. También recibía visitas de mujeres musulmanas que la instaban a convertirse al islam, a lo que ella se negó. Hasta que al final, el el Tribunal Superior de Lahore la declaró inocente, aunque tardaron un mes en dejarla en libertad. “Mi sufrimiento ha sido una verdadera persecución a causa de mi fe cristiana y sé que no estoy sola”, valora ella.