Lo de ‘just in time' -justo a tiempo- queda muy bien para las escuelas de negocios pero no para los negocios, y mucho menos para la vida. El objetivo de los negocios, eso que llamamos consumidores, ciudadanía, pueblo y, mayormente, seres humanos, no debe ser trabajar, ni vivir, ‘just in time’. Podemos ser muy eficaces produciendo y viviendo ‘just in time’, pero en traducción menos literal y más apropiada, vivir así es vivir al borde del abismo, al límite, ser prisionero de un sistema de producción que te convierte en esclavo, esclavo de la máquina, esclavo del modelo y esclavo del sistema.
En plata, un enorme mecanismo en el que, como falle una pieza menor, todo se va al garete.
La producción ‘justo a tiempo’ es justo lo opuesto al “remanente” de las viejas amas de casa, mucho más eficientes que los actuales modelos de producción: reservaban algo de dinero como provisiones, por si el sistema fallaba… y el sistema siempre acaba por fallar.
Volvamos al gran apagón. El ejército austriaco, que aseguran predijo el covid 19, nos habla ahora de un posible gran apagón y el Gobierno de Viena prepara a su gente para ese gran apagón. La verdad es que quien predice lluvia acaba ineludiblemente teniendo razón. Antes o después, llueve.
El gran error de este siglo ha sido renunciar a la energía nuclear. ¿Pero la energía atómica tiene riesgos? Claro: es que la vida es riesgo. Por eso resulta tan hermosa y apasionante
Ahora bien, el mundo postcovid se ha vuelto tan chalado que yo no descarto ese gran apagón que preven los militares austriacos. Son tipos listos estos austriacos: han conseguido convencer al mundo de que Beethoven era austriaco y Hitler, alemán, justo al revés que la verdad. Así que conviene hacer caso de sus advertencias.
Los culpables de un posible gran apagón serían próximos y remotos. Los próximos, los ya sabidos y que puede usted leer en los periódicos: el precio del gas, Putin, China (es curioso, a Rusia le definimos por su presidente, Vladimir Putin, a China por su pueblo, los chinos, no por su líder, Xi Jinping), el ‘pool’ eléctrico, las eléctricas… esas cosas.
Ahora bien, las causas profundas de un posible gran apagón son mucho más serias y acaso difíciles de aceptar. Yo las resumo en dos:
- La ecología, la mayor aberración imperante del momento actual. Vale, la ecología no es una aberración, los ecologistas sí.
- El precitado ‘just in time’ que en, por ejemplo, Inditex, la empresa más capitalizada de España, se define como no hacer el vestido hasta que no me lo pida el cliente. Así, evito invendidos. Pero insisto, esto es vivir al límite y en una materia como la energía, base de cualquier producción, no conviene vivir al límite.
Pero el mayor culpable del altísimo precio de la energía, que nos lleva tanto a una peligrosa inflación como a una crisis económica de falta de aprovisionamientos, es decir, de penuria, que no de sobreabundancia, es la ecología, ese espíritu que pretende devolvernos a la caverna, a vivir en una austeridad espartana, porque consideran que la austeridad, falsamente, por cierto, es la madre de la eficiencia. Ese ecologismo que nos lleva a odiar la abundancia, también de energía, no porque se derroche o porque afecte al planeta, sino sencillamente porque el ecologismo es propio de hombres temerosos, incapaces de disfrutar de la vida. Es más: la sobreabundancia constituye una de las características de Dios, incluida su sobreabundancia de amor.
Los ecologistas son como los vegetarianos y veganos: tienen la cara triste. Si doña Teresa Ribera no tuviera la cara triste, no cerraría los reactores nucleares
El espíritu verde es el opuesto. Ahí tienen al verde-comunista Alberto Garzón, empeñado en que los niños no tomen dulces, por lo que va a limitar la publicidad sobre galletas. Ya no estoy en la infancia, más bien en la tercera edad, y me siguen gustando las galletas. Es más, me encanta que me informen sobre las novedades en el apasionante mundo de las chocolatinas.
Los ecologistas son como los vegetarianos y veganos: tienen la cara triste. Si doña Teresa Ribera no tuviera la cara triste, no cerraría las centrales nucleares, porque la nuclear es la energía más ecológica pero, sobre todo, la más intensiva, es decir, la más abundante. Si quieren evitar un apagón, si pretenden un planeta limpio, verde y una energía barata para los pobres -perdón, vulnerables-, deberían mantener las centrales nucleares actuales de fisión e investigar en la energía de fusión nuclear, la definitiva, con la que no habría peligro de apagones.
¿Pero la energía nuclear tiene un riesgo? Precisamente, es que la vida es riesgo. Por eso resulta tan hermosa y resulta tan apasionante.