El Frente Popular de Pedro Sánchez es un cajón de diversidad y de pluralismo interno. Ya saben que el pluralismo interno -que no el externo- no es otra cosa que esquizofrenia, por lo general, en la subdivisión paranoide.
Y no basta con recordar que siguen juntos por amor al poder, porque, aunque eso sea cierto, ni tan siquiera el poder ni el dinero logran soldar una convivencia que cotidianamente se vuelve agria.
No, lo que sus propios líderes repiten, empezando por el propio Pedro Sánchez, es que lo suyo es una coalición progresista.
Ahora bien, ¿qué es el manido progresismo? ¿Hay alguien que no se sienta progresista?
No se engañen: lo único que une, con lazo venenoso, a socialistas, comunistas, separatistas, y proetarras es su cristofobia. O sea, que todos son unos grandísimos progresistas
Pues el progresismo se resume así: simplemente, abajo los curas y arriba las faldas: ataquemos a quien se siente en posesión de la verdad (todavía no he encontrado a nadie que no se sienta en posesión de la verdad) y a todo aquel que decrete el menor tipo de límite a la sexualidad.
Sí, ya sé que el progre amplía hasta el puritanismo dichos límites en la práctica porque el sexo sin límites enloquece al individuo y a los colectivos, pero no en teoría. Para el progre, la libertad consiste en poder fornicar y enlodarse en la pornografía hasta el hedor.
Pero no se engañen: lo único que une, con lazo venenoso, a socialistas, comunistas, separatistas y proetarras es su cristofobia. O sea, que todos son unos grandísimos progres.
En resumen: ¿qué es el progresismo? Abajo los curas y arriba las faldas. Puro odio a Cristo. El progresismo no es otra cosa que la concreción social y política del modernismo, aquella madre de todas las herejías, hoy, ya en el siglo XXI, convertida en la blasfemia contra el Espíritu Santo.