En casi todo el mundo, y también en algunas provincias españolas, como por ejemplo en Cataluña, los católicos hemos celebrado más la Navidad que la Nochebuena. En España no. La costumbre era romper el ayuno después de la Misa del Gallo, no antes, porque se suponía que el Niño-Dios nacía pasadas las 24 horas el día 24, cuando ya era Navidad... y porque hemos olvidado que el Adviento siempre ha sido vivido como era de penitencia -vital la confesión sacramental- y de ayuno, que se rompía tras la Misa del Gallo, porque la noche también es nuestra.

En su tercer libro de Cuentos de Navidad, recogidos por Francisco Gómez (Ediciones Encuentro) el autor nos habla del convento de Dominicas de San Blas, en Lerma, cuya cena de Nochebuena era tan frugal como siempre: patatas estofadas. Ahora bien, terminada la Misa de Gallo y en Navidad atacan los dulces y otras viandas que no se permiten el resto del año, con la excepción del Domingo de Resurrección. 

¿Recristianizar la Navidad? Fácil: todos a la Misa del Gallo, muera la Misa del pollito, esa horterada que alguien se inventó (misa de víspera de Navidad en la tarde de la Nochebuena) porque, dado que la cristiandad se ha vuelto blandita, no aguanta, ni una noche de fiesta. Y la fe cristiana, oiga usted, o es alegría o no es fe.